El profesor de Física llegó acelerado. Era muy delgado, de calva pecosa y gafas redondas como las de antaño. Traía una cartera negra donde por los bordes se podían ver partes de folios escritos hasta el margen. Era un tipo desordenado. Vestía con una camisa blanca remangada y con una característica mancha en las sobaqueras. Su corbata roja y amarilla estaba mal hecha y sus pantalones rectos y algo acampanados en el dobladillo dejaban mucho que desear.
-Bu… buenos días.-Y para colmo tartamudeaba.-Soy vuestro profesor de física…-Se quedó mirando su cartera sin mediar palabra mientras la clase esperaba… algo.-Claro… bueno… si.-Susurraba. Una suave risa se escuchó de fondo. De pronto nos miró con una gran sonrisa y sus ojos entrecerrados.-Comencemos la clase… si, primero… a ver.-Se frotó las manos posando sus ojos en nosotros.-… tú, si tú… preséntate.-La chica a la que señaló miró a los compañeros de su alrededor nerviosa.
-Pues…
-Pero levántate hija.-Tragó saliva e hizo caso.
-Pues… me llamo Mary. Y…-Mientras seguía hablando Pau y yo nos dedicamos a opinar lo más bajo que pudimos.
-Ese hombre está loco.
-¿Me lo juras?-Bufó Pau.-Cuesta creer que haya personas así cuando no te toca de cerca.
-Vaya Pau, la clase de filosofía de la Señorita Guariam te está afectando…
-No digas eso.-Y me pegó levemente en el hombro tras una sonrisa.-Lo creas o no, yo también tengo mis momentos.
-Ya…
-Ahora… a ver tú… si-Señaló a otro.
-¿Qué vas a decir cuando te señale?
-No sé… mi nombre y apellido, mis hobbies, mi equipo de fútbol.-Le sonreí.- ¿Y tú?
-Nada, tengo la confianza de que no me señalará a mí.
-Precisamente por eso Pau, deseo que lo haga.-Ambas reímos.
-Tú.-Señaló con fuerza el pupitre de Dino quién se levantó sin mostrar signos de nerviosismo. Sin duda envidiaba su franqueza y falta de vergüenza, en el buen sentido.
-¿Qué digo?
-Pero hijo, ¿no has escuchados a tus compañeros?
-Algo…
-Pues di tu nombre, apellido, donde naciste… como si escribieras un currículum.
-Vale.-Carraspeó para aclarar su voz.-Nombre Dino, apellido Petrori…
-No me seas ñoño y hazlo bien.
-Me llamo Dino Petrori, tengo diecisiete años y…-Encogió sus hombros.- estoy soltero…-Todos soltaron una gran risotada. Tenía la suerte de ser muy buena amiga de uno de los chicos más graciosos del instituto.- Es broma, tengo novia. ¿Y usted? Oiga me gusta conversar contigo, ¿qué tal si al terminar la clase tomamos café y charlamos?-La clase no paraba de reír mientras el profesor fingía no escucharlo de una manera bastante divertida.- Podemos decirnos mutuamente en que hospital nacimos y…
-Fuera de clase.-El profesor señaló la puerta.
-¿No quiere charlar conmigo?
-¡Fuera!-Dino se encogió de hombros y se marchó sin mostrar rabia o ira contra nadie.
-Oye tío, muy bueno.-Dijo Demetrius sonriendo con su típico aire chulesco para luego seguir su camino hacia el patio.
-Gracias.-Susurró Dino extrañado. Tanto Pau como Lori lo miraron recriminatoriamente, sin embargo yo sacaba de mi mochila una manzana roja para el recreo, intentando mostrar signos de naturalidad ante la complicidad que Demetrius había mostrado sin precedentes a Dino.
-Esto no puede ser nada bueno viniendo de ese.-Previno Lori observando como Demetrius se alejaba.
Salimos al jardín mirando de reojos al “Enano” donde el grupo de Zack hablaba y reía como gente normal y corriente aunque todos sabíamos que ambos adjetivos no eran compatibles con ellos. Nos dirigimos hacia nuestra mesita de picnic de todos los años, aquel sitio era ya de nuestra propiedad. Allí nos encontramos a Vicky, Pho y Cheba… pero no a Andreita.
-¿Y Andrea?-Preguntó Lori.
-Se fue corriendo nada más tocar la campana.
-¿A dónde?-Miré a mi alrededor intentando atisbar su rostro. Sin embargo solo pude divisar a unas cuantas de nuestro curso que, por su cabello o forma del cuerpo, parecían copias de Andreita a lo lejos.
-Ni idea, quizás esté en la biblioteca.-Sugirió Vicky acariciando una de sus negras ondas.
-No pueden afectarle de esta manera ese tipo de cosas.-Me llamó la atención la preocupación de Cheba por Andreita… a lo mejor ella tenía razón.
-Siempre pensé que Andrea era muy infantil… pero hasta este punto…-Lori arrugó sus labios.
-¿Alguien se queda a estudiar?-Preguntó Dino cortando el tema de forma desinteresada. No obstante, nadie se lo reprochó.
-Yo.-Respondí sonriente mientras los demás negaban con la cabeza.
-Yo me quedaré a partir de mañana.-Suspiró Pau.
-Vosotros os lo perdéis, seguro que Kim y yo nos lo pasamos en grande.
La biblioteca. Un lugar silencioso y grande donde pocos estudiaban y la mayoría aprovechaban una o dos horas de libertad fuera de la presión que los padres ejercían para que estudiasen… si, esa manera de hablar que a todos nos provocaba remordimientos. Pero allí estaba yo con Dino, el novio de mi amiga, y estudiando. ¿Estudiar, el qué? Acabábamos de empezar el curso pero –Bien aprendido lo tenía-era mejor que te sonara algo de los temas que íbamos a dar… Los dos permanecíamos callados, yo con la mirada fija en el libro de geografía-me cuesta bastante esta asignatura- y Dino mirando…
-¡Dino!-Alcé la voz. Le quité de las manos una revista – que para las chicas se denominaba “asquerosa”- que robaban en los kioscos para no pasar por la vergüenza de mostrar su virilidad que, posteriormente, lo mostraban con sus amigos.
-¡Ey, no, es mío!
-¡Dino!-La encargada de la librería nos ordenó callar. Bajé el tono de voz.- ¿Cómo puedes leer estas cosas?
-Leyéndolas.-Dino alzó el brazo para coger la revista que aún se encontraba en mi posesión. Le sonreí y me levanté.- ¿A dónde vas?-Me acerqué a la papelera.- ¡Kim!-Murmuró. Tiré la revista mientras le sonreía.- ¡KIM!-La encargada nos miró con una mirada arrolladora -asesina-Dino se encogió de hombros y me sonrió sarcásticamente. Me volví a sentar.
-A ver si así estudias.-Dino me empujó suave. Era un chico bastante bueno. Puso los codos encima de la mesa y miró al libro con la cabeza gacha.-Así está mejor.-Murmuré.
A los pocos minutos en silencio solo sonaban las agujas del reloj grande y oxidado. Tic-tac… me concentré en el sonido. Tic-tac… intenté leer la página del libro de geografía. Tic-tac… era insoportable. Tic-tac… Dios…
-Ey.-Susurró un chico por detrás. Ambos nos giramos, era Demetrius.- ¿Qué leías para qué la pelirroja se enfadase? Me has hecho desconcentrarme en mis estudios- Dijo sarcásticamente. Miré a Dino que sonrió lleno de orgullo.
-Míralo tú mismo.-Demetrius miró al chico que tenía al lado y tras un gesto con la cabeza, su acompañante fue hacia la basura. El chico rebuscó hasta que alzó una revista en la que salían dos chicas ligeritas de ropa. Se la entregó a Demetrius que sonrió al ver la portada. Luego miró a Dino sin dejar de mascar su chicle y sonrió.
-No sé cómo puedes irte con esos pardillos.-Me miró de arriba abajo. Contuve el impulso de decirle una maldición mal sonante y le sonreí sarcásticamente. Dino ni se inmutó.- ¿Qué te parece si te doy dinero por la revista?
-¡Bah! No me importa que la leas si me lo pides.-Apoyó su barbilla en su puño mientras le sonreía sarcásticamente a Demetrius.
-Prefiero gastarme el dinero antes de pedírtelo aunque…- Señaló al chico de dos cursos menos que él.-… mi queridísimo amigo me ha entregado la revista por lo que se convierte en mía. En ese caso si me pides que te la deje te la daré.
-¿Sabes cuantas revistas hay como esa en los quioscos? Si me apetece me las puedo mangar cuando y como quiera antes de hacer uso de mi envidiable educación contigo.-Demetrius lo miró sin aparente rencor y sonrió.
-Te pago si me mangas una.-Miré a Dino convenciéndome de que no caería en tal tentación.
-Cinco libras.
-Tres.
-Hecho.-Le miré incrédula llena de rabia mientras Dino se levantó a la vez que Demetrius, quién lo siguió sin dejar de curvar sus labios. Los miré sin creérmelo, cerré mi libro de geografía y me fui de la mesa malhumorada. Advertí una mesa solitaria en la esquina de la biblioteca donde no se escuchaba ni el sonido de la brisa en los oídos. Miré a los lados y me dirigí hacia ella. Fue cuando lo vi por primera vez. Vestía totalmente de negro, incluso sus gafas compartía el color oscuro. Su hombro izquierdo soportaba el cuerpo apoyado en una vieja columna donde los carteles no dejaban entrever su antiguo color. Sus manos se mantenían inmóviles dentro de los bolsillos del pantalón –también negro- Su cabello pardo se sostenía hacia arriba con total naturalidad y desenfado. Sin lugar a dudas, si no fuera por el hecho de que su aspecto irradiaba una especie de aprensión, juraría que era bastante atractivo e interesante. Sin embargo dudaba de la dirección de su mirada escondida tras las estilosas gafas. No obstante, nadie más había en esa zona de la biblioteca excepto yo, y la inclinación de su rostro estaba dirigida a mí. Abrió sus labios cuyo atractivo consistía en una desahogada barba de tres días. Tragué saliva y me senté intentando mostrar la máxima serenidad posible en la mesa. Lo miré de reojo –sin cuidar el disimulo- mientras habría el libro ciegamente. Me sonrió, cosa que me suscitó intentar no volver a mirarle cuando mi conciencia comenzó a gritarme para que me fuera de allí lo más rápido posible. De improviso, se apartó bruscamente de la columna. Sus pasos repiquetearon en la zona hasta que pasó por detrás de mí. Pareció como si el tiempo se parara mientras sus zapatos repetían el proceso de talón-punta y por mi espalda recorrió un estridente escalofrío. Pronto me di cuenta de que se había marchado. Sin dudarlo me asomé hacia el pasillo donde había cada vez menos gente. No hallé resto alguno de aquel hombre.
Abrí la puerta de casa con los ojos cansados. Me había leído el libro de geografía por encima, sin embargo me cansé demasiado rápido. Estaba claro que aquel encuentro era una mera tontería de adolescente. Desde luego no se me ocurría el motivo de su presencia en la biblioteca, en la columna, apoyado en ella. Juraría que nunca lo había visto por allí en los nosecuantos años que llevaba en el instituto. No obstante, no debía de preocuparme de nada. Dejé las llaves en el llavero y me fui hacia el salón. Allí estaba sentado en el sofá papá. Sin duda se trataba de esos días raros en los que venía más temprano de lo habitual.
-¡Papá!
-Hola.-Alzó el brazo sonriendo.
-Has llegado muy temprano hoy. Normalmente llego yo antes que tú.
-Bueno, supongo que no tenía ningún asuntillo.- Dejé la mochila al lado de la mesita donde la lámpara preferida de papá brillaba como cada noche que veía la televisión.
-¿Qué tal, has ido a la biblioteca?-Me preguntó nada más sentarme en el sofá.
-Emm, sí.
-¿Has estudiado mucho?
-Si.-Murmuré. Me acomodé hundiéndome en el sofá mientras él mantenía su vista fija en el televisor donde daban resultados. Me quité como pude los zapatos para después apoyar mis pies en la mesa de cristal donde el mismo jarrón de flores de plástico intentaba, a pesar de su edad, irradiar algo de sutileza. El sonido del televisor estaba perfectamente programado para que no me molestase, es más, me relajaba lo suficiente como para comenzar a dormirme en el sofá. Ni siquiera pensé en lo viejo que resulta dormirse en el sofá un jueves después del instituto. Los jóvenes de mi edad normalmente a estas horas se conectan hasta tarde.
-Por cierto, quizás venga tu prima a vivir este año con nosotros.-Me sobresalté. Seguramente creyó que esa era la mejor manera para darme tal noticia. De golpe el sueño desapareció de mi mente.
-¿Qué prima?-Pensaba en una en concreto y recé para que no fuera ella.
-Lola.-Acertó. Mi primita de Londres, dieciséis años mal aparentados y una pijita empedernida. El odio era mutuo desde muy pequeñas y el hecho de venir aquí a vivir no ayudaba demasiado a mejorar nuestra relación.
-Vale…-Intenté calmarme.-Está bien… podría dormir en el suelo.-Bufé con toda intención.
-Kim… sus padres quieren que estudie criminología, y el mejor sitio es aquí, en Irlanda.
-Oh, vamos papá, ambos sabemos que no llegará muy lejos.
-Sabes.-Suspiró.-Eso es algo en lo que coincidís las dos, ella opina lo mismo de tí.-Me sonrió.
-¡Papá!
-Kim, por favor no te pongas así, aún no es seguro.-Ambos suspiramos.- ¿Cuándo tenéis que llevar uniforme?-Segunda mala noticia.
-La semana que viene. Por cierto, el lunes tenemos excursión así que ese día no cuenta.-Levanté mi dedo en un amago de amenaza.
-Pues, habrá que prepararte el uniforme ¿no?
-Papá…
-Mamá estará dispuesta durante el fin de semana.
-Papá… no me gusta el uniforme…
-¿Y por qué me lo dices a mí?-Sonrió papá tras beber un sorbo de su cerveza en lata.
-No sé, ¿para desahogarme?- Papá rió y me acarició el pelo. Sonó mi móvil. Alcé la mano para cogerlo de la mesita y miré el nombre: Pau. Sonreí a mi padre y me aparté hacia la cocina. Lo cogí.- ¿Pau?
-¡Hola Kim!
-¿Qué tal?
-¡Bien! ¿Mañana en el almuerzo vamos a comprar ropa para la excursión?
-¡Pau!
-¿Qué?
-¡No nos va a dar tiempo!-Aparte de que no podíamos salir- ¿Después del instituto?
-Es que me tengo que quedar en la biblioteca para estudiar.
-¿Y después?
-Bueno… salgo a las siete…
-¡Pues a las siete!
-De acuerdo, lo que ocurre es que a esa hora solo está abierto el centro comercial “MetroHollywood”.-Dijo a regañadientes.
-Algo es algo… Uhm, por cierto, ¿sabes que ha hecho Dino?
-¿El qué?
-Me dejó sola estudiando para irse con Demetrius.
-¡¿QUÉ?!
-Lo que oyes.
-Mañana se va a enterar.