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Capítulo 4 (Libro 3)



-No…-susurró Nathaniel cuando fue capaz de asimilar el por qué estaba en la casa de su enemigo.
Zack frunció el ceño y, ante la distracción que supuso mi presencia, impactó su antebrazo en la mejilla de Nathaniel el cual no pudo evitar retroceder unos metros hacia atrás mareado.
Pronto surgieron de la puerta Perséfore, Celeste y Gabriel. Lola me agarraba del brazo fuertemente ante tal golpe mientras Zack se sacudía la camisa negra que llevaba puesta. Gabriel fue quien ayudó a Nathaniel a incorporarse. Perséfore y Celeste me miraron furiosas mientras Amon se acercaba a Zack.
-Nos interrumpes-dijo éste último mientras fijaba sus ojos en el celeste intentando transmitirle toda la hostilidad que sentía.
Nathaniel acarició su mandíbula con la palma. De sus labios brotaba sangre.
-Vámonos-masculló entre dientes Gabriel rodeando la espalda de Nat para que se estabilizara.
Nathaniel dio un último vistazo al demonio antes de que sus ojos celestes atravesaran mi corazón de un flechazo. Algo me estrujó el estómago cuando se marchó por la puerta.


-¡¿Por qué lo hiciste?!-le grité cuando Lola y Amon se marcharon a la terraza y nos dejaron solos en el salón- ¡¿Por qué le pegaste?!
-Me limité a defenderme-masculló sintiéndose insultado.
-¡Deberías de haber hablado con ellos y saber que le ha ocurrido a Ángelo!
Chasqueó la lengua.
-Y a mí por qué me tiene que interesar las juegas que se montan… -estaba claro que quería controlar sus impulsos, y estaba segura de que si seguía recriminándole sus acciones descubriría una nueva versión de su personalidad que aún no había conocido. Sin embargo, el nudo de mi estómago me cegó enviando señales a mi consciencia para que se relajara dejando salir todo el impulso animal que llevaba por dentro.
-¡OH CIELOS! ¡¿PORQUÉ ERES ASÍ DE… ASÍ DE ARROGANTE?! –me hacía rabiar la actitud con la que me hablaba Zack y más con aquella pasividad así que, como buena humana que era, me dediqué a sacarle de sus casillas- ¡NUNCA PIENSAS EN LOS DEMÁS!
-¡¿Qué esperabas de mí?! –algo en él comenzó a salir. Sin duda era el principio de su naturaleza pero aún así ya me había asustado- ¡¿Creías que iba a ser un endeble empedernido tan enamorado que bajaría la guardia frente a mis adversarios?!
Algo pinchó mi corazón obligándome a sujetarme a la primera superficie sólida que pude alcanzar. No fue una reacción que él notase aunque para mí fuese más que suficiente para que aquellos gritos cesaran.
-¡SOY UN DEMONIO! –exclamó encolerizado por mis recriminaciones. Quizás debía de darle la razón ya que aún no me había acostumbrado a la verdadera naturaleza de Zack, supongo que esperaba que sí fuera un endeble y que sí dejara a un lado su hostilidad hacia los celestes pero… no podía negar que aquello existía realmente y que Zachary, mi Zack… era un ser negro que por cosas de la vida se había fijado –y solo fijado- en una humana irlandesa de cabellos berenjena y ojos verdosos que en un principio no era nadie y que ahora era parte de un enfrentamiento en el que no estaba integrada en ninguno de los bandos. Sin duda no era su guerra, no era su juego. Pero lo que sentía hacia Zack era demasiado fuerte como para ver más allá de mis sueños y las expectativas que había creado. Las palabras que antes había pronunciado con crispación me habían mostrado de golpe lo que realmente él sentía por mí. Solo era una distracción terráquea.
Aquello me apretó más el estómago y me frenó el corazón al cual respondí respirando el aire que se me había olvidado inspirar.
Zack sin embargo se mostraba sereno, fuerte, poderoso. No había signos de arrepentimiento en su rostro ni una mueca que expresase lástima ante la verdadera realidad que se me había mostrado. Si bien sus puños estaban fuertemente apretados, lo único que irradiaba su verdadero estado de ánimo.
-Una vez… -susurré sin saber si realmente quería que lo escuchara- … una vez me dijiste que no te tuviera miedo… pero no sé si ahora se podría aplicar…
Zack me agarró por los dos brazos transmitiéndome en ellos toda la ira que sentía y que se veía obligado a reprimir. Sin embargo, y a pesar de lo fuerte que apretaba, no me quejé.
-Todavía no sabes quién soy entonces… -tragué saliva ante lo que suponía aquella frase- …has vivido engañada por tus propios deseos, yo no soy… -hice amago de liberarme de sus manos pero sin embargo el me agarró con más fuerza y, obligándome a mirarlo, dijo- yo no soy capaz de amar, no soy humano, no poseo esos sentimientos. No tengo más que decirte.
Y tras esto me soltó y se volvió dejándome compungida por sus palabras. Subió por las escaleras sin ni siquiera mirarme… hasta que desapareció. Momento en el cual me derrumbé dejando explotar mi furia, tristeza y amargura en forma de lágrimas que no tardaron en inundarme el rostro. ¿Aquello realmente era verdad? ¿Significaba que Zack ya se había cansado de mí? ¿Habrían acabado sus besos y caricias…?
Dejé que mi cuerpo se derrumbara hasta quedar de cuclillas rota por el dolor. Sí, sin duda significaba todo aquello.


Cuando me calmé un poco serenando mi tristeza decidí levantarme y obligarle a Lola a volver a casa. En esos momentos, en aquella residencia, me veía como una completa extraña. Sorbí la nariz mientras apartaba mis lágrimas de mis mejillas y secaba con mis mangas las pestañas. Debía de tener los ojos rojos e hinchados pero bastaba solo con que Lola me escuchara. Subí por las escaleras por las que antes se había marchado Zack. Pasé por su cuarto que se encontraba cerrado. Solo se me pasó por la cabeza un instante, pero no me atrevía a ser capaz de volver a hablar con él. Así que recorrí el pasillo casi de puntillas y me dirigí hacia la terraza. Ni siquiera me asomé, solo la llamé y pronuncié claramente el mensaje escuchando primero un quejido de Lola y unos segundos más tarde, un obligado “ya voy”.
Supongo que por la oscuridad Lola no había notado lo horrible que debía de estar mi cara aunque en su rostro se palpaba la incertidumbre por la ausencia de Zack y mis repentinas ganas de marcharme de la casa. Sin embargo no me preguntó ni miró o bien porque no le interesaba en absoluto o porque deducía lo que había pasado obligándose a sí misma a no sacar el tema.
Una vez en casa, bajo la nocturna oscuridad de las habitaciones, fuimos hacia el dormitorio intentando no hacer ruido para no despertar a ninguno de mis padres. ¿Qué habría pensado papá cuando había visto que ni yo ni Lola estábamos en casa? Sin duda mañana me merecía una buena bronca que mamá seguramente apoyaría. ¡¿Pero por qué se tenían que meter tanto en mi vida?! Seguramente se alegrarían cuando les confirmara que Zack y yo habíamos cortado. La felicidad que sentirían seguramente me dolería más, de forma que caería en una depresión propia de las consultas de un psicólogo.
Apreté mis dientes fuertemente y tiré con toda la fuerza que pude uno de los cojines que adornaban mi cama mientras Lola se desmaquillaba en el baño. Me crucé de brazos cuando en mis ojos comenzaron a retornar las lágrimas. Necesitaba estar sola. Pero, ¿en qué lugar de la casa no se escucharían mis sollozos? También necesitaba desahogarme pero… ¿con quién, con mis padres, con mi prima? Así que cogí el móvil y busqué el número de Phoebe. Seguramente estaba dormida a estas horas pero por intentarlo no pasaba nada. Así que le mandé un mensaje claro y conciso para que  no tuviera que esforzarse en leer a estas horas.
“Pho, necesito hablar contigo”
Y tras esto apreté con fuerza el móvil en mi pecho para que mi corazón dejara de escocerme. Cerré los ojos, pero con el silencio que me envolvía resultaba casi imposible no recordar aquellas palabras de Zack. Era curioso como hace unos meses, la noche del baile de invierno ha estas mismas horas, también sabía que no podía dormir. Sin embargo aquel día fue el más feliz de toda mi vida y el hecho de no poder pegar ojo estaba causado por la alegría y felicidad que en aquellos momentos sentía. Así que no me importaba pegar ojo. Pero en estos momentos me sentía profundamente inútil, fría, triste, desgraciada. No podría dormir, eso lo sabía, pero me mantendría despierta mientras mi estómago me apretaba y mis pulmones recogían demasiado poco aire.


Y como el que no quiere la cosa me levanté a las seis de la mañana. Mis ojos me escocían por el estado que había alcanzado durante la noche. Dormía un cuarto de hora, me despertaba y lloraba y volvía a dormirme. Sin embargo no me había percatado de que Phoebe me había respondido y que me había preguntado el porqué de dicho mensaje. Sin ganas de explicar nada dejé el móvil encima de mi mesa de estudios. Quizás al cabo de unas horas le respondería pero en aquellos momentos, solo deseaba ir al salón, acurrucarme con la manta en una esquina y ver la televisión, cualquier cosa con tal de olvidar lo de anoche. Sin embargo, a medida que me acercaba a la cocina por el pasillo, escuchaba un lamento susurrante. Quizás fuera mi reflejo de anoche.
Abrí la puerta de la cocina y me asomé. Arrugué el entrecejo cuando descubrí a mi madre sentada en una de las sillas que rodeaban la mesa, de espaldas a mí, con su mano izquierda sujetando su cabeza que de vez en cuando negaba lentamente. Al lado de su brazo permanecía el pequeño teléfono de la cocina. En la otra sujetaba un pañuelito que se acercaba a su rostro casi por cada segundo.
No recordaba haberle contado nada a ella a cerca de mi sufrimiento. Quizás los padres de Zachary la habían llamado contándole la dura discusión que habíamos tenido. Pero tampoco era razón de llorar tanto cuando se era tan ajeno a ello, y más tratándose de uno de mis padres. Entré lentamente.
-Mamá… -le murmuré algo preocupada.
De golpe dejó caer el brazo que antes sujetaba su rostro. Giró su cuerpo hacia mí lentamente sin que sus ojos apartaran la vista de la nada. Tenía los ojos hinchados, rojos, llorosos aún. Parecía que su rostro había envejecido por lo menos cinco años más y su cuerpo parecía más delicado.
-¿Mamá?... –cuestioné demasiado preocupada.
Hiperventilaba. Cuando intentó levantarse parecía que en cualquier momento se iba a derrumbar mientras sus brazos y extremidades temblaban producto sin duda de aquella rápida y corta respiración que le impedía hablar correctamente.
-¡Mamá! –exclamé cuando sus pies tropezaron con el suelo. La cogí casi al vuelo por el brazo y una de sus axilas impidiendo que terminara en el suelo- ¡¿Mamá que te ocurre?!
Parecía enferma de verdad, por ello le toqué la frente. Pero ella no podía dejar de negar con la cabeza y de sollozar.
Enseguida Lola apareció por la puerta de la cocina aún con el pijama y con sus cabellos castaños revueltos. Su rostro parecía aún dormido. Seguramente se había despertado o bien cuando me levanté o bien por el grito que acababa de lanzar. Me inclinaba por la primera.
-¿Qué ocurre? –no pudo evitar bostezar.
Mi madre, aún con la mirada perdida, apoyó sus manos en mis hombros para poder mantenerse de pie sin volver a caerse. Me miró y separó sus labios intentando coger toda aquella fuerza que le faltaba. Pronto todas las incógnitas se resolvieron con unas simples palabras.
-Tu padre… accidente… -y tras esto volvió a llorar aún más fuerte. Me abrazó compungida y, sin embargo, no pude o no tuve fuerzas para sujetarla y devolverle el abrazo. Mis ojos se mantuvieron abiertos, demasiado conmocionados como para mirar a otra parte que no fuera la nada mientras mi estómago y mi corazón parecían romperse en pedazos.
Esto era una pesadilla.   

2 Responses so far.

  1. Noemi. mJ says:

    tia no me dejes asi !!!
    pff me encanta tu historia
    quiero el siguiente capitulo YA
    un beso :)

  2. ... says:

    :O QUE FUERTE . QUE FUERTE . DIOSSS , Si ya sabia yo que estaba pasando algo con su padre ¬¬
    :( pobre kim si es que la haces sufrir ¬¬ te odio y te adoro pero te sigo sin perdonar lo de angelo :( A saber como reaccionara la pobre pho :( y lo de Nat tambien me ha dado unas ganas de ir a darle un par de bofetones a zach ¬¬ lo odio enserio lo odio y me alegro de que dejara empaz de un vez a kim .Ella necesita a Nat a su lado cuando se dara cuenta .
    SIGUIENTE CAPITULO YA POR DIOS DIOSISISISISMO ;D te adoro un beso

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