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Capítulo 8


Aquellos ojos me atraparon. Su sonrisa se alargó mientras me contemplaba. Vivi hablaba con él sin pausa creyendo que Zack la escuchaba mientras sus oscuras pupilas me observaban a mí, y solo a mí. Esta vez no aparté la mirada… simplemente algo me aprisionó  como a un burdo prisionero. Hubo un sentimiento que recorrió todo mi ser, como una sacudida dura y lenta. Mi respiración se entrecortaba mientras sentía como mis pulmones se contraían apresurados como si quisieran evitar un fatídico puñal afilado. Pero apartó la mirada con una mueca al suelo. Su mano rodeó su cuerpo hasta su omóplato izquierdo. Vivi paró de hablar y le comenzó a hablar con rostro preocupada. La hermosa explanada del patio del instituto me pareció la más lúgrume de las estancias. Me sentía rara y torpe.
-Kim…-Murmuró Vicky. La miré. Me llamaba para subir a clase. Súbitamente me daba cuenta de la ausencia de la mayoría de los alumnos en el patio y del ya pasado timbre de finalización de nuestro descanso matutino. Había pasado tan rápido…

Estudiaba tranquilamente en la biblioteca después de un intenso día de instituto. La bibliotecaria y yo éramos las únicas personas que permanecíamos aún en la biblioteca del colegio. Me apetecía estar más tiempo en aquella estancia silenciosa y tranquila, una de los únicos sitios donde podías relajarte y reflexionar. Miraba el libro mientras mi mente se transportaba lejos de la foto de una célula humana. Aquel recreo podría haber sido como cualquiera, podría haberle mirado como siempre, podría haberme mirado sin más pero… hoy, nos habíamos mirado, con unas sensaciones que hasta él podría haber sentido… Miré mi reloj. Las siete. Ya era hora de volver a casa aunque mis padres posiblemente no habían regresado de sus respectivos trabajos. La bibliotecaria me miró a través de sus gafas mientras me dirigía hacia la salida. Mi casa estaba relativamente cerca. Crucé la calle paralela al instituto mientras pensaba en mi entrada en casa. Se escuchaba un ligero murmullo. Entré en la calle Booterstown. Allí sentí una presencia detrás. Me paré en seco mientras mi corazón comenzaba a latir con fuerza y mis manos sudaban. Me giré despacio bajo la intimidante oscuridad de la noche. No había nadie, pero algo me decía que tuviera cuidado. Escuché vagamente una risa murmurante. Ni siquiera me paré, tragué saliva aunque no lo necesitase y seguí caminando con paso firme. Intenté pensar en otra cosa. El sonido de un coche me asustó a pesar de lo poco chirriante que era sin embargo, en ese momento, con esa tensión, y pasando al lado mía, muy cerca… Paré para recuperarme del susto. Respiré no una ni dos veces, sino cinco exactamente para tranquilizarme. Giré rápidamente cuando sentí una presencia detrás de mí.
-Buenas noches.-Sus gafas brillaron con la luz de las farolas dejando su rostro casi al descubierto si no fuera por aquellas… gafas negras. Era el mismo hombre de la biblioteca y el mismo que nos encontramos en el cine. Su sonrisa se estiró.-Por fin tengo oportunidad de hablar contigo… a solas.-Suspiré de miedo intentando mantener la templanza que me caracterizaba. Avanzó unos pasos hacia mí.-Bonito uniforme.
-¿Qué es lo que quieres?- Respondí rápidamente.
-Vaya, eres una niña aterrorizada… ¿te doy miedo?-Apreté mi mandíbula para contener un sollozo.
-No.- Se quitó las gafas lentamente… para hallar tras ellos unos ojos oscuros y… ¿era rojo ese brillo?... ¿respiraba? Aspiré fuertemente el aire del que no podía haber dispuesto antes.
-No soy como tú, Kimberley.- Retrocedí un paso, lo suficiente como para mostrar mi temor a su presencia.- ¿Acaso crees que no sé lo que tú sabes?... Vamos… dime quién es, dime quién tiene la marca y te dejaremos en paz.- Aquello me tomó por sorpresa.
-¿Qué? No-no tengo ni idea de lo que estás hablando.-Proliferó una carcajada abrumadora.
-¿De verdad, no me digas?-Seguramente sería por lo asustada que estaba o por la cara que debía de tener, pero algo lo hizo retroceder.- Bueno… si no lo sabes aún… pronto lo sabrás. Te estaré vigilando, te lo aseguro.

Corrí por los pasillos mientras mis zapatos del uniforme provocaban eco. Estaba ansiosa por llegar a clase por tres cosas fundamentales: la primera era para volver a ver a Zack; la segunda resultaba enormemente parecida a la primera pero con un nombre distinto, Nat; y la tercera y más obvia, por no llegar tarde a primera hora. Quería empezar bien este último curso, pero de momento me estaba saliendo mal… referente al ámbito de los estudios, porque en cuanto a lo social, Zack y Nat estaban a mi alcance. Me asomé por el pequeño cristal de la puerta donde el señor Petrori -padre de Dino- intentaba recordar cómo se resolvían las oraciones compuestas, aquellas que no nos servirían en la vida, pero con la que crecería nuestra corta cultura. Llamé dos veces rápidamente a la puerta. Estaba claro que había interrumpido su clase debido a la “maravillosa” mueca que me dedicaba. Abrí la puerta lentamente mientras todos los alumnos me miraban con la misma cara de sueño que posiblemente tenía yo en ese momento.
-Siéntese Hilthom.- Eso es lo mejor de tener un amigo que es hijo de un profesor, que te conocía y sabía cómo eras, en mi caso, siempre era puntual. Me senté al lado de Nat, en mi sitio. Nos miramos.
-Creía que teníamos que dejar para otro día lo del trabajo.-Me sonrió.
-Aunque estuviera enferma iría a hacer el trabajo.-Me di cuenta de lo que acababa de insinuar, y por la sonrisa de Nat daba entender que no lo había notado.- ¿Tienes la autorización de tus padres?
-Claro.-Me parecía incluso más guapo que la primera vez que lo vi, si eso era posible.
-En el intercambio me tienes que dar los apuntes que ha dado el señor Petrori, si no te importa.
-Eso mismo pensaba.
-Es que esto de analizar oraciones se me da muy mal, yo soy más de ciencias.
-Si quieres cuando terminemos el trabajo te lo explico.-Asentí nerviosa. Intenté prestar atención al profesor con el que había comido más de una vez en las innumerables fiestas que montaba Dino. Pero me sorprendió como el cabello negro carbón de Zack brillaba aún más de lo habitual. Podía entrever su mano pálida sujetando el bolígrafo negro con el que siempre escribía, con su mano zurda. En efecto era zurdo, por ello, su mochila siempre colgaba de su hombro izquierdo, sus cubiertos estaban siempre al revés y su rostro se apoyaba en su mano derecha. Aunque no podía verle la cara, sabía que seguía igual de perfecto… es extraño sentir algo así por dos chicos realmente distintos…

Llegó la hora. Ambos enseñamos los justificantes a nuestro coordinador y nos marchamos juntos bajo la atenta mirada de Pau, que reía nerviosa… como siempre. Caminamos uno al lado del otro, lentamente mientras nos contábamos cosas.
-Me hubiera gustado tener algún hermano o hermana.-Suspiré.
-Yo tengo una.-Sonrió mientras yo le miraba entusiasmada.- Se llama Stella.
-¿Cuántos años tiene?
-Once, aunque su mentalidad es de doce años.
-¡Qué suerte!-Ambos nos reímos mientras mirábamos al suelo de la acera.
-¿Has pensado de que tratará el trabajo?
-No, bueno… he pensado en algo diferente… no se…-Era obvio que no había pensado en nada, pero gracias a mi rápida reacción pude decir el primer nombre que mi mente dibujó en mis ojos.- Barbarroja por ejemplo.-Le sonreí. Estaba claro que mi mente no era magnífica.
-¿Barbarroja?-Rió.
-¿Qué? Es un personaje histórico.
-Sí, de la biografía del escritor… -Se paró de improviso en medio de la acera mientras mi sonrisa se desvanecía de mi rostro.
-¿Nat?- Se tocó su hombro derecho. Apretaba sus dientes blancos con fuerza y sus ojos aparecieron cerrados fuertemente.
-¿Qué te ocurre?-Pregunté. Nat se tambaleó.-Nat…- Lo tuve que agarrar de su sudadera antes de que callera a la carretera. Su mano se deslizó hasta su omóplato.- ¡Nathaniel!-Le grité asustada. Se incorporó lentamente mientras le ayudaba.
-Tranquila, son fuertes dolores de espalda.
-Desde luego fuertes son.  
-Es una especie de enfermedad…
-¿Cuál es?
-No me acuerdo.-Se apresuró a decir. Lo notaba nervioso, sin embargo, dejé la conversación a un lado para llegar a su casa tranquilos. 

Nat sacó sus llaves y abrió la puerta de su casa.
-No hay nadie.-Afirmé. Entré por segunda vez en su cuarto. Esta vez estaba más decorado, con una cama de sábanas blancas y sin ningún tipo de adorno, una mesita de noche un poco vieja, cuadros llenos de coloridos y paisajes, su armario y su mesa de estudio con un ordenador fijo… y la plantita en su ventana. Sonreí al verla.
-Yo había pensado en hacer una biografía de alguien bastante conocido.-Dijo mientras encendía el PC y me acercó una silla. Ambos nos sentamos frente el ordenador, muy cerca el uno del otro mientras mis hormiguitas volvían a despertarse.- ¿qué te parece?-Su voz recorrió mis oídos.
-Me parece bien.
-Bien, di alguno que te agrade. No se aceptan personajes de ficción.-Reímos.
-Eh… pues… podría ser…-Esta vez mi mente esbozó una escultura conocida… y de un autor conocido.- ¿Miguel Ángel?-Me miró.
-¿Miguel Ángel?
-Sí, el artista…-Se encogió de hombros.
-Tranquila, se quién es. Está bien, no nos vamos a comer la cabeza.-Empezamos por mirar en la “wikipedia”. Buscábamos páginas, fotos… los dos opinábamos y escribíamos en el documento de nuestro trabajo. Nos reímos con algunos cuadros inferiores a los de Miguel Ángel que estaban infiltrados en algunas páginas web. Comimos tranquilos, sin ningún tipo de distracción. Le ayudé a preparar los dos bocadillos ya que sus artes con la cocina no eran demasiado habilidosas –ni las mías- No hablábamos mucho pero nuestras miradas se encontraban innumerables veces durante la tarde. A las seis en punto comenzó a darme clases.
-No es correcto.-Me susurró. Me mordí el labio mientras la ira me comía por dentro. Llevaba más de veinte minutos con la dichosa oración, y no me salía nada. Borré la función que le había asignado a una pequeña frase y escribí la primera palabra que me vino a la cabeza.-Concéntrate Kim.- Ésta vez él mismo la borró para después escribirlo.
-No me di cuenta.-Apoyé mi cabeza en mi mano mientras resoplaba llena de decepción.
-Tranquila.-Su rostro se acercó más a mí mientras me susurraba.-Con constancia lo sacarás.- Le miré cuando aparté mi brazo. Nos volvimos a mirar, pero esta vez estábamos más cerca… su rostro se acercaba… más… y más…
-¡Nat!-Ambos saltamos del susto.-Ya hemos llegado- Su madre, había abierto la puerta de su cuarto sin hacer ningún ruido.
-Me alegro mamá.-Dijo alterado mientras se levantaba de la silla. Su madre me miró.
-Oh, ¿tú eres la vecina, Kimberley?-Tuve que asentir, ya que todavía no me había recuperado del shock. Tenía que recapacitar, estaba a punto de besarme, ¡NAT!  Pero su madre nos interrumpió… ¡maldita yo! Los impulsos son malos. Tendría que recordar esta frase más a menudo.
-¡NAT!-Gritó una niña de ojos claros y pelo dorado. También se asomaba  por la puerta de su habitación. Él la abrazó cariñosamente mientras sonreían. Era una escena realmente tierna. Me mordí el labio llena de envidia. Me levanté rápidamente.
-Bueno Nat, yo me tengo que ir…-Él me miró.- Gracias por las clases, espero repetirlas.
-Te acompaño…
-No, no hace falta.-Me alejé de su cuarto mientras pensaba en la escena tan rápida que había vivido… ¡maldita yo!

2 Responses so far.

  1. Almu says:

    Holaa!! Señor me encanta tu historia :]
    Deberías pasarte por mi blog:
    http://unchicoindiferente.blogspot.com/
    Te he dejado una sorpresita y espero que te guste mucho. Está en la última entrada.
    Un beso.

  2. Maribel says:

    Otra vez yo jajaja tengo una teoría! Zack y Nat tienen esa marca de la que habla el chico de las gafas negras verdad? Son... vampiros? Sigo leyendo para ver si es cierta mi teoría jajaja Me encanta como escribes *_________________* besos

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