Para mi asombro no nos marchamos del restaurante por el contrario, nos quedamos. Subimos una escalera blanca de alfombra verde oscura que daba un aspecto y sensación de estar cerca del campo, eso sin añadir el aroma a vainilla y una suave fragancia a césped recién cortado. Incluso me opuse a colocar mis manos en la brillante barandilla por miedo a provocar en su lujosa textura una mancha que indicara que acababa de cenar. Al estabilizarnos en el segundo piso tras una rotación elegante de la escalera, observé –al igual que mi prima- estupefacta la enorme habitación que se nos presentaba delante de nuestros ojos. Dos puertas de madera de cara estima con hermosas cristaleras translúcidas estaban abiertas sin dejar de mostrar todo su esplendor, pues su porche sin duda estaba hecho de un material gemelo al oro. Sus dimensiones eran más grandes que Amon –el más alto de nosotros por unos pocos centímetros- y la alfombra verde se prolongaba hacia una habitación iluminada por ventanales que mostraban un cielo oscuro ausente de estrellas. En medio de la estancia de pared miel, tres sillones rojos de terciopelo rodeaban la chimenea hecha de rocas grises y duras que se mantenían adheridas a una arenisca color arena. Y encima del chasquido engendrado por el fuego, la fina televisión apagada mostraba una imagen negra y unas dimensiones parecidas al de un cristal nítido. El resto de la habitación la ocupaban mesas de cristal con filos de oro y bibliotecas de unas dimensiones colosales llenas de innumerables libros burdeos, verdes y demás colores oscuros. Algo que captó mi atención fueron los dos trozos de pared colocadas a los lados de la chimenea donde colgaban como trofeos, cabezas disecadas de animales tales como un ciervo de esqueléticas, ramificadas y grandes cornamentas sujetadas por un rostro insulso y frío donde sus ojos oscuros parecían brillar de dolor por servir como un mero adorno admirado por quién reparara en su belleza natural. A su lado, un rostro de un grisáceo rinoceronte de impresionante y afilado cuerno blanqueado acusaba con la mirada a su corta vida de animal que le comprometió a una fatídica muerte.
Tras entrar, Zack cerró las puertas aumentando el repiqueteo de las llamas envolvedoras de la madera.
-Es impresionante.-Añadió Lola mientras contemplaba el techo de vigas de madera iluminado por los destellos de la hoguera que iluminaba toda la estancia sin necesidad de lámpara alguna. Por unos momentos pensé en Zack y en mí solos en esta habitación. Pero Lola lo había estropeado todo, por su estúpido vestido. Amon se sentó en el sillón frente a la chimenea mientras Zack se ocupaba de llamar a alguien –posiblemente a los camareros- para que les trajeran no se qué cosa.
-¿Cómo la habéis conseguido?-Pregunté sentándome en el sillón de la izquierda donde un cómodo cojín color miel amortiguaba mi espalda.
-Por los contactos de su padre.-Señaló con la cabeza a Zack.-Normalmente en este sitio nos reunimos con los demás pero… bueno, también podemos darle otra utilidad.-Sonrió pícaramente mientras miraba de reojos a Lola que apoyaba su mano en el sillón mientras no dejaba de mirar sorprendida a la cubierta.
-Pero os debe de costar mucho dinero.-La risa de Amon me agradó.
-A nosotros no. Pero su padre lo permite así que mientras tengamos un privilegio como éste, es mejor aprovecharlo como se merece.-Le sonreí algo aliviada por no ser una carga consumista para Zack, en cuanto a su padre…
-Este sitio es muy romántico.-Indicó Lola mientras se sentaba lentamente al lado de Amon quién, colocó su brazo alrededor del cuello de mi prima apoyándolo en el sofá. Ambos se miraron. Entonces me levanté para darles más privacidad al menos de momento, y me acerqué a Zack. Éste seguía hablando por teléfono tranquilamente. Me observó parada a unos metros de él por si la conversación resultaba ser “íntima”, pero sin embargo me alzó la mano sonriéndome. Arrastré mi mano por la suya hasta que se entrelazaron mientras me acercaba a él y oía más claramente su conversación. Escuché como la televisión se encendió en un volumen suave y acogedor. Quizás no debería de dejar que Lola y Amon tuvieran intimidad, por los asuntos morales que cubrían mi cabeza de prohibiciones y convicciones, pero si yo estuviera en su lugar… ni yo era tan cruel con mi prima. Además, no tenía indicios ni rumores que me obligaran a pensar que Amon fuera un ligón que comprometía a las muchachas jóvenes y después las dejaba. En general, solo compartía buenas críticas de él. Observé como la sonrisa de Zack se ensanchaba de vez en cuando por la charla que estaba manteniendo con uno de los que encargaban los pedidos sobre lo bonita que era aquella habitación y la suerte que teníamos, sin duda se trataba de un hombre entrado en años con millones de experiencias recordadas y soportadas por quienes le concedían un poco de conversación. Al fin colgó el teléfono suspirando por el tiempo perdido.
-¿De qué has hablado para que tardaras tanto?-Fingí no haber pensado y llegado a la resolución del receptor.
-Durante toda la conversación menos en los primeros dos minutos, hablando sobre esta habitación.-Respondió mientras daba un rodeo a la habitación con sus ojos negros.
-¿Y durante los dos minutos?
-Pedir vino.
-¿En dos minutos?-Sonrió.
-Si.-Miré hacia los sillones provocando que Zack me imitara.
-Creo que se gustan.-Sus ojos se posaron en los míos. Sentí como su brazo se deslizaba por el vestido verde hasta llegar a rodear mi cadera.
-No te imaginas lo que te tenía preparado.-Me susurró mientras mi corazón se envolvía de mariposas emocionadas y excitadas. Saqué valor para acariciar su mejilla con mis dedos suavemente. Me sonrió aún más.-Dime hora y lugar para visitarte.
-Sobre las diez de la noche estaré disponible, el sitio, lo descubrirás por ti mismo.-Le hubiera guiñado un ojo para que quedara más romántico pero mi mente no me permitió pensarlo hasta que nuestros labios se encontraron suavemente mientras las espontáneas llamas centellearon en nuestros rostros impregnados de pasión. De nuevo mi corazón corría peligro de explotar involuntariamente. Sus besos descendieron hasta mi mejilla para luego acariciar la curva de mi cuello mientras mis manos temblaban… de miedo. Los golpes en la puerta me calmaron. Zack chasqueó con la lengua apartándose lentamente de mí. Volvieron a llamar.
-¿Zack?-Los ojos marrones de Amon se asomaron a través del sillón.
-Voy.-Susurró algo disgustado.
Tenía miedo. Miedo de ir más allá de los besos inocentes que veía por las calles de aquellas parejas que sonreían y abrazaban. A mí me bastaba con eso, pero sin embargo mi mente se concienció de que en una relación los besos no eran peligrosos. Estaba claro que Zack era un chico pasional que quizás para él era normal tanto roce y contacto. También tenía miedo de lo que podía pensar si se lo dijera. Debía de pararle cuando pisaba fuera del límite de mi consciencia. Zack representaba mi subconsciente, aquel que no podía controlar cuando entraba en un estado, en este caso, parecido al sueño. Ese estado era el de total felicidad más es cierto que dentro de ese estado, pueden surgir pesadillas…
-Altamente peligroso.-Ambas nos reímos.-Dejaros solas a media noche significa el regocijo de quienes os encuentren y en sus mentes despierten picardías.-Amon sorbió su copa de vino.-Hoy estáis deslumbrantes.-Brindó alzando la copa por nosotras mientras Zack reía por sus palabras. Lola me miró conmovida mientras se peinaba con los dedos uno de los mechones que caían de su moño.
-Me parece que has bebido demasiado.-Bufé.
-El vino no me produce ningún tipo de síntoma petit, solo me endulza la garganta.-Bebió otro sorbo dejando caer su rostro hacia atrás y tensando su cuello mientras nos deleitaba con una escena propia de bares nocturnos donde la cerveza se derramaba por todas las zonas posibles cercanas al rostro –menos mal que no era el caso pues su traje tenía pinta de ser caro, y difícil de lavar. Apoyé mi rostro involuntariamente en busca de un sitio más cómodo en el hombro de Zack mientras éste reía. Estaba cansada y a punto de cerrar los ojos y decir “hasta mañana”. Su brazo rodeó mi cintura adoptando una postura más cómoda y cálida contrastada por el frío invernal que se mostraba translúcida a cualquier pared o ventana por grosor que tuviera. Bostecé con la copa de vino en la mano, prácticamente llena por haber robado un sorbito suave al servirlas.
-No la pongas tan cómoda o se dormirá.-Amenazó Lola después de llenar de nuevo su copa de vino.
-Creo que es hora de irnos.
-¡¿Porqué?! Yo me lo estoy pasando de miedo.-Entonces Amon, atenuando la frase a medida que se acercaba a mi prima, la besó en la mejilla con entusiasmo para después volver a beber sin despegarse de mi ya sonrojada prima.
-Mañana tienen que coger un avión, y no quiero que sus padres no vuelvan a dejarlas salir.-Sentí como me besó en mis cabellos de reflejos berenjena suavemente. Me contuve a cerrar los ojos para no tener que obligar a Zack a llevarme a mi casa literalmente a cuestas.
-Pero yo quiero quedarme.-Se quejó Lola mientras arrugaba sus labios.- No me quiero separar de mi francés.-Amon y ella tintinearon las dos copas sonriendo.
-Fais moi attention, amigo
-Vamos.-Me murmuró mientras me ayudaba a incorporarme.
-Vamos prima, no me hagas esto.
-Lola mañana hay que madrugar y mis padres se ponen muy nerviosos si me paso de la hora.
-¿Pero qué hora es?-Miré a Zack.
-Las… nueve y veinticinco.
-¡KIM!
-Sé que es pronto pero…
-Yo la llevaré petit.-Dijo Amon con autoridad.-La tendrás a las diez en tu casa.-Lola le miró con los ojos abiertos y en unos segundos Amon se retractó.
-A las once.
Zack conducía con la mirada fija en el cristal, manejando con gran suavidad el volante negro. Esta vez no me monté en el todoterreno negro de su padre, sino en el Mercedes clásico blanco de su madre, de cristales traseros tintados y de sillones menos elegantes y elaborados que el de su marido. Aún así gocé cuando los peatones contemplaban embobados las curvas del coche donde YO estaba montada. El clima templado del interior provocaba el descanso de mis músculos antes congelados por el frío y el sueño cada vez más acumulado.
-Me ocuparé de que a las diez y media estén ya en tu casa.
-No, déjales.-Le sonreí.-Ya me debe un favor.-Bufé.
-¿Y has pensado en que gastar ese “favor”?-Me acomodé mientras pensaba.
-Bueno, podría decirle que me dejara su ropa de por vida sin dar explicaciones.-Sonreí.- Que convenciera a mis padres de volver pronto de Londres, o pedirle que fuera mi cuartada cuando salga contigo… hasta muy tarde.-Me miró rápidamente sin dejar de prestar atención a la carretera.-Claramente me decido por la última.
-Entonces ya tengo permiso para robarte un sábado y no soltarte hasta más de las doce.-Le sonreí emocionada. Tardó varios minutos en volver a hablar.- ¿Dónde quieres que nos veamos durante estos días?-Chasqueé con la lengua mientras pensaba donde sería el lugar más adecuado, es decir, que fuera fácil de llegar, no muy lejos de la casa y que nadie sospechara que estuviera allí. La casa de mi abuela estaba formada por dos pisos francamente espaciosos, pero estaba claro que no me arriesgaría a encontrarme con un chico dentro de la casa, sobre todo porque dormiría en el sofá cama del salón, donde mi abuela se quedaba hasta muy tarde y a veces, cuando se despertaba por la noche, bajaba y permanecía allí mucho tiempo. Por propia experiencia sabía a demás que mi querida abuela era muy chismosa pero sabia y el simple hecho de pillarme con un chico de mi misma edad durante la noche y en su propia casa, dejaba mucho que pensar sobre mí. Para ella siempre había sido la nieta pequeña antes de que llegara Lola, y me tenía en gran estima, como yo a ella. Quizás… quizás. Cuando era pequeña y tenía miedo, subía al pequeño desván donde la abuela guardaba sus recuerdos.
-En el desván.-Sonrió.
-Es un sitio muy romántico.-Bufó mientras miraba la hora sin mostrar emoción alguna.-Escucha.-Se puso serio.-Solo podré ir dos días.-Me sobresalté mientras mis ojos adoptaban una expresión de asombro.
-¿Por qué?
-Por motivos que no puedo contarte aún.
-¿Es que desconfías de mí?-Miré hacia la ventana irritada.
-Sabes que no es eso, ¿acaso no te confesé lo que soy realmente?-No hice ni dije nada.-Tengo totalmente prohibido rebelar mi identidad real ante cualquier circunstancia.
-¿Entonces por qué me lo confesaste?-Me volví rápidamente.
-Porque tú no eres una circunstancia.-Ni siquiera me miró al decir esas palabras. Me mordí el labio molesta mientras volvía mi rostro hacia la ventana sin dejar de pensar que tuvimos nuestra pequeña primera pelea. Cosas de adolescentes.
Me acompañó hasta el portal silenciosamente. Saqué las llaves pensativa, a espaldas de Zack. Éste permanecía con las manos cubiertas por los bolsillos de la chaqueta con la mirada fija en mí. Todo esto lo podía observar a través del poco reflejo que conseguía captar el cristal de la puerta. Cuando la abrí y me adentré al portal, Zack se paró en el quicio sujetando la puerta. Me volví hacia él.
-Lamento no poder acompañarte hasta tu casa, tengo algo de prisa.- De repente la tenía. Quizás era cierto, pero seguro que si no hubiéramos discutido, él me hubiera detenido unos minutos más para… bueno, despedirse. Acercó su rostro al mío y me besó en la mejilla dulcemente. Le sonreí aún molesta, pero no me quería despedir de esa forma puesto que de ser así, mi conciencia no me dejaría dormir tranquila. Me volví para subir sin embargo, algo me hizo parar. Volví mi rostro hacia él mientras seguía mirándome.
-Sino soy una circunstancia, ¿qué soy?-Agachó el rostro sonriendo tímidamente, hasta que se decidió por fijar sus ojos negros en los míos.
-El cielo.-Cerró la puerta y se marchó sin volver la vista. Yo, ruborizada, contemplé como se perdía entre los coches y sonreí.
Abrí la puerta suavemente por si mis padres dormían. Suspiré con el sueño a flor de piel y colgué el abrigo negro en el perchero, junto al marrón oscuro de mamá. A pesar de la oscuridad que envolvía la casa por la inexistente luz de las bombillas, pude llegar al salón sin tropezar. Me aseguré de que ni papá ni mamá estaban despiertos, algo extraño en ellos por el mero hecho de salir solas y en la compañía de chicos. Lo peor era que Lola no tenía llaves de la casa por lo que tendría que esperarla por tarde que llegara.
Dejé el vestido en la parte de Lola de mi armario y busqué un pijama. El único que mis padres no pusieron en la maleta era el viejo y cómodo camisón azul marino, de tacto fino pero calentito, de manga larga. Sujeté el cabello en un moño mal hecho y desmaquillé mi cara, sintiéndome liberada y limpia. Las pestañas ya no me pesaban por la cantidad de rímel que Vicky logró ponerme sin yo ponerme a rabiar. Cerré la puerta del pasillo que separaba las habitaciones de la cocina para que mis padres no se despertaran ni con el ruido ni con la luz. Me preparé un buen vaso de leche calentada al microondas para relajarme mientras hacía zapping a ciegas. Me encogí en el sofá dejando que mis pies desnudos se calentaran con el peso de mi cuerpo mientras el camisón dejaba al descubierto parte de mi pierna. El caso es que tenía frío, pero no tenía muchas fuerzas para ir a por una manta en el armario de la entrada. Me dediqué a dejar un canal con el volumen al mínimo para dejar las manos quietas y tapadas con la manga estirándola al máximo. Había una película bastante animada, llena de disparos y de comisarías, con el jefe gruñón reprochando al protagonista de haberse metido en un buen lío para después adular su servicio con frases como “si no fueras mi mejor agente”.
Mis ojos casi se habían cerrado cuando alguien llamó a la puerta con un sonido fuerte y seco, pero no al timbre. Me levanté a duras penas mientras me frotaba la cara para al menos no parecer un zombi. La abrí mirando a la puerta del pasillo por si escuchaba algún movimiento. Era Lola, medio borracha.
-Que cansada estoy prima.-Dijo con los ojos medio cerrados y tocándose la cabeza.
-Has tardado mucho.
-¡Eeeh! Da gracias al menos por no llamar al timbre y…-Le tapé la boca cuando comenzó a alzar la voz de forma ordinaria.
-Estás borracha y mis padres dormidos así que más te vale ir al cuarto, darte una pequeña ducha, ponerte el pijama e irte derechita a la cama.-Chasqueó con la lengua y se dirigió casi tambaleándose a la habitación. Suspiré mientras entraba en el salón, apagaba la tele y una lamparita al lado de donde descansaba y llevé el vaso de leche vacío al fregadero.
Cuando entré de nuevo al cuarto, escuché como el agua de la lucha caía como una cascada mientras mi prima tarareaba una canción rara en tono bastante alto. Toqué la puerta para llamar la atención de Lola.
-No cantes tan alto.-Dije en voz queda. Se quedó callada hasta que salió empapada de la ducha y con una toalla alrededor de su cuerpo.
-Voy a coger el pijama.-Su voz sonaba a alguien recién levantado pero con un andar bastante curioso y gracioso. Me tumbé en la cama sin pretender dormirme aún hasta que Lola no me dijera lo que Amon y ella habían hecho mientras estaban a solas. Esperaba no oír nada ordinario. Sinceramente estaba empezando a parecerme a mamá. Entró en el baño de donde se extendía la sensación de vapor hasta mi cama mientras yo me dedicaba a mirar a las vigas metálicas de la cama de arriba. Eso sí, al menos me tapé con la manta para no pasar frío. Entonces Lola salió con el pelo empapado y un pijama de invierno aunque fresquito por el agua que caía de sus puntas. Subió lentamente la escalera y se tumbó sin más en la cama. Esperé unos segundos para que se hiciera un ovillo mientras la manta y el edredón le ayudaba a soportar el frío. Pero ni se movió ni escuché ruido alguno del tirar de la manta.
-¿Lola?
-¿Si?
-Como no te tapes vas a coger una pulmonía.
-Bah.-Golpeé con mi pie el colchón fuertemente para que se diera cuenta de mi rechazo ante la idea de no querer enrollarse en unas mantitas calentitas.- ¡AUAUAU!- Gritó exageradamente.
-Tsss ¡Cállate!-Susurré mientras le daba otras pataditas más suaves.
-Pero si me haces daño.-Adoptó el tono que yo utilizaba para hablar por las noches.
-Tápate y no te aré nada.-Chasqueó con la lengua y por fin escuché el crujido de la madera y del colchón, y el movimiento de las mantas.
PERFECTO COMO TODOS TUS CAPITULOS !
Y NAT DONDE LO METES HACE QUE NO SALE EH :D
ES GENIAL COMO TU TIA (L)