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Capítulo 10 (Libro 2)


-Feliz navidad prima.- Gary, mi primo mayor de veintiséis años y militar, me dio dos besos mientras su novia de cabellos dorados saludaba a los demás.
-Igualmente.-Hacía ya dos años que no lo veía, ni siquiera en navidad. No estaba muy cambiado excepto por su corte de pelo casi rapado y, bueno, que estaba más delgado.
-Estás increíble Kimy… realmente te ha sentado muy bien el tiempo.-Le sonreí ruborizada.
-¡Kim ayuda en la cocina!-Gritó mamá como si solo estuviéramos las dos solas.
-Me alegra verte prima.-Le asentí y me fui a la cocina.
-Estaba hablando con Gary.-Dije mientras cogía los platos de cristal que me señaló mamá.-Eres muy inoportuna mamá.
-Lo siento cariño pero hay que preparar la mesa.-Asentí y miré los platos.
-¿Qué hago con ellos?
-Llévalos a la  mesa y repártelos. Creo que los vasos ya están puestos así que colócalos junto a ellos.
-Vale.
Papá charlaba como un loco con Sam, Gary, Reese –su novia- y Brian mientras mi abuela jugaba el papel de mera espectadora. Elga hablaba por teléfono con alguien. Sus labios rojos relataban como le fue a su hijo Gary durante su estancia en la base militar en Gibraltar. Teah y Lola se encargaban de colocar bien la mesa, así que no tuve que organizarlo sola. De todos modos faltaba otra persona.    
-Cuánto tarda Billy…-Se extrañó Teah al colocar el último plato.
-Habrá atasco.
-No Kimy, cuando vinimos a penas había coches.-Me encogí de hombros.
-¿Y esa pulsera?-Miré a Lola desprevenida, sin darme cuenta que señalaba al Cristal de Vida.
-Es un regalo.
-Nunca te la había visto.-Enarcó una ceja llena de envidia por lo especial que era, parecía tener luz propia –si no la tenía.-Si te encuentras a quien te lo regaló, pregúntale de que tienda es.
-Creo que jamás te lo dirá.-Ambas nos miramos inquisitivas mientras la inocente Teah –madre de Lola- arrugaba las servilletas de tal manera que parecía digno de un restaurante caro. Llamaron al timbre y Elga se sobresaltó. Se levantó de una de las sillas y colgó despidiéndose rápidamente. Papá y Sam hicieron los comentarios de “Ya está aquí” y “Por fin”. Elga se me adelantó y abrió la puerta nerviosa. Abrazó a un muchacho de cabellos castaños, ojos marrones y mandíbula redonda, de mejillas rosadas. Billy era un piloto militar de veintitrés años de los cuales cinco pasó fuera de casa. A los dieciocho años ya era un gran piloto de grandes cualidades por lo que la aviación Británica lo reclutó y desde entonces solo hablaba por teléfono con su padre, madre, hermano y abuela. Los demás nos teníamos que enterar por conversaciones con sus padres, y eso ya era un problema. Se abrazaron durante unos minutos largos para después mirarse el uno al otro.
-Billy, estás hecho un hombre.-Sam, papá, Gary, Teah, Elga, Lola y mamá le dedicaron mimos y elogios. La verdad es que no era más atractivo que su hermano mayor, pero tenía una personalidad especial. No paraba de sonreír y todos esperábamos a que se quedase por mucho tiempo. Él era el primo con el que siempre jugaba de pequeña. Mientras Lola era la preferida de Gary, yo lo era de Billy, y me alegraba verdaderamente mucho de verle. Dirigió su mirada hacia mí con los ojos brillantes y me sonrió.
-No me puedo creer que seas la pequeña Kimy.-Sonreí ruborizada mientras los demás asentían unos con la cabeza y otros de propia voz. Nos despedimos cuando yo solo tenía trece años y no conocía realmente lo peligroso que resultaba ser piloto. Cada navidad preguntaba por él hasta la anterior, cuando Sam nos comunicó la buena noticia de que Billy iba a volver las navidades siguientes. Y las siguientes eran éstas. Nos abrazamos fuertemente eufóricos con el reencuentro. Casi todos se marcharon a la mesa a coger un buen sitio.-Necesito que alguien me acompañe al coche, tengo regalos para todos.-Me miró decidiendo quien quería que fuera con él. Acepté sin reparos.
-Yo iré.-Elga asintió.
-No tardéis mucho, ¿vale?
-Claro mamá.-Sonrió Billy. 

Dejamos la puerta encajada mientras bajábamos las escaleras.- ¿Cómo está mi Irlandesa favorita?-Le empujé suavemente como solía hacer de pequeña.
-Perfectamente, ¿y el inglés?
-Como nunca.-Me despeinó al acariciar con fuerza mi cabeza.
-¿Y qué has traído?
-En verdad, solo dos regalos, uno para la abuela y otro para ti, irlandesa.-Le sonreí emocionada y le seguí hasta el maletero. Sacó dos bolsas negras y me tendió una.- Mejor que no le digas nada a nadie si no quieres que se enfaden.-Apoyó su hombro en la puerta del maletero ahora cerrado y me miró exultante. Cogí sin remordimientos la cajita que había dentro de la bolsa. Estaba envuelta.-Trae.-Cogió la bolsa negra plastificada. Intenté abrir el regalo con cuidado pero lo único que conseguí fue ponerme más nerviosa. Al fin lo pude separar del papel de regalo. Era una cajita rojiza rectangular con un candado enano y una llave incrustada en él. Le miré sonriendo.-Vamos, ábrela.-Giré la llave dorada con un suave movimiento y la caja se abrió lentamente mientras sonaba el lago de los cisnes. Abrí la boca en forma de “o” sin dejar de mirar a la pequeña bailarina deforme con tutú azul que giraba melodiosamente. Desde muy niña había querido una caja de música con esa canción. Estaba totalmente feliz.
-Te has acordado…-Rió levemente.
-Siempre he echado de menos los piques entre el equipo alfa y beta.- Ambos reímos nostálgicos por la brecha abierta de la niñez que creíamos tapada por el tiempo. Todo, lo recordé todo. De cómo escondíamos las banderas –hechas con toallas viejas- de cada equipo en los sitios más remotos de la casa de la abuela cada navidad, de cómo corríamos cada día por conseguirla teniendo en cuenta que el equipo perdedor tenía que cantar delante de toda la familia la noche de navidad y año nuevo una canción escogida por los ganadores. A Alfa pertenecíamos Billy y yo mientras que Beta Lola y Gary quienes siempre nos ganaban por la habilidad táctica de él. Aquella triste navidad cuando Billy se marchó, los equipos no volvieron a salir en busca de sus banderas. Con el tiempo Gary se independizó y se ausentó durante tres años mientras que Lola y yo casi no nos hablábamos desde que se disolvió Alfa. De nuevo extrañaba mi niñez, de nuevo recordaba las confidencias, risas y juegos que hacíamos cada año, una semana por navidad.
Una lágrima se me escapó.
-¿Kimy?-Aparté con mi brazo aquella gotita minúscula que decía tanto bajo la melodía de los cisnes.
-Aquella navidad todos te echábamos de menos, ¿sabes?-Titubeé al sentir como me temblaba la voz. Sollozaba.-Cuando te marchaste te llevaste toda mi infancia contigo.-Miré de nuevo la caja para ocultar otra lágrima delatora.
-Todos crecemos.
-… cierto. Crecemos solo una vez en la vida, y me dolía cada vez que pensaba en lo que te estabas perdiendo al igual que todos nosotros.- Me atraganté con mis propias palabras y suspiré. Alcé mi rostro sin miedo a mostrar aquellas lágrimas saladas que tardaban en desaparecer.-Gracias Billy, de verdad, no sabes cuánto significa para mí.-Nos abrazamos fuertemente el uno al otro. Cuando abrí los ojos aún apoyada en los hombros de Billy lo vi. Advertí una silueta extraña en el tejado de los pisos de enfrente. Pude diferenciar el gran ala que colgaba de la espalda de la silueta. Poco a poco pude diferenciar como su brazo derecho se posaba tranquilamente en su rodilla mientras la otra se esforzaba por mantener el equilibrio apoyada en las tejas color ceniza del edificio. La luz de uno de los coches que pasaban tranquilamente consiguió aclararme su rostro de cabellos rubios y lisos, su ojo derecho medio tapado por su flequillo y el izquierdo brillante, con ese color celeste característico de…-¡Nathaniel!-No pude evitar gritar. Billy me soltó enseguida confundido mientras yo corría hacia el edificio. La silueta ni se inmutaba.
-¡Kimy!-Gritó Billy desconcertado. Miraba hacia el tejado cuando tenía que recargar mis pulmones al hacer tal esfuerzo. Sentí como la pulserita brillaba de una forma totalmente exagerada de forma que parecía una pequeña linterna de destellos azulados. Entonces la silueta se levantó.
-¡NO!-Grité intentando detenerle.- ¡ESPERA!-Sin duda todo el barrio debió de escucharme. En breve no tardarían en asomarse. La silueta no hizo nada, se quedó quieta. Y yo me paré, paré porque mis piernas ya me fallaban, a simple vista parecía una distancia corta pero en cuestión de recorrido era hablar sobre otro tema. Respiré entrecortadamente intentando recuperar el aliento, jadeé cuando comprobé que en aquel tejado, no había nadie.



-Increíble.-Dijo uno de los comensales. Observó tranquilamente como Amon parecía no importarle la conversación y cómo miraba risueño la ventana. En la chimenea aún crujía la madera mientras el fuego era la única luz de la habitación.- ¿Lo conoce?-Zack centró de nuevo toda su atención cuando Nefertary cuestionó.
-Están en la misma clase y justo al lado, ¿tanto te asombra?-Añadió Demetrius mientras sorbía sin perder las formas el vino negruzco que almacenaba la copa. Zack se llevó el filo de la suya a sus labios y pensó que quizás esa era la copa donde bebió Kimberley. Alzó el rostro suspirando con aflicción.
-No podemos dejar que se acerque a ella.-Intervino de nuevo la bella Nefertary.-Y más cuando vamos en cabeza.
-¿Qué ocurriría si lo hiciera?-Preguntó Vivian con aquel relámpago en sus ojos verdosos que recordaban a un zorro acechando a su presa.
-¡¿Qué qué ocurriría?!-Nefertary alzó la voz adquiriendo en su rostro de serafín una fea mueca.-Como poco la incitará a no estar de nuestro lado.
-¿Y qué pasa, acaso eso nos importa?-Repuso Vivian algo celosa.
-Para nuestro príncipe sí.-Todos le miraron, algunos llenos de rabia y otros con curiosidad. Los zapatos de Amon resonaron en la habitación por cada paso que se acercaba a los sillones donde todos menos Zack y Nefertary permanecían sentados y cómodos.
-¿No pienso proteger a esa mocosa?-Zack se mantenía serio tras los berrinches de Vivian.- ¿Es que estáis ciegos? Ella es una humana, normal y corriente, es de esperar que se impregnara locamente de Zachary.
-En mi opinión no es una humana del montón, Vivi.-Fue la primera frase que Amon les dirigió en toda la noche.
-Tiene razón.-Confirmó Eríka mientras se apartaba un mechón del rostro con un soplido.
-Sus ojos manzanas y cabellos berenjena no se comparan con los de otra chica.-Miró a Zack.-No es que interiormente sea diferente que el resto pero físicamente da mucho que pensar.
-Lamento interrumpir vuestros momentos de opinión, pero yo no he venido para hablar sobre Hilthom.-Demetrius miró a Amon y le sonrió con su típica sonrisa sádica que a todos les producía un escalofrío helado. Nefertary chasqueó la lengua.
-Chicos, solo falta uno. Como no lo encontremos antes que esos celestiales no quiero ni pensar lo que nos harían.
-Menos al príncipe.-Vivian hizo una especie de reverencia burlesca. Zack enarcó una ceja sin mostrar emoción alguna. Una voz calculadora surgió del fondo de la habitación.
-Este es el plan. Eríka seguirá vigilando a Kimberley mientras Zack no esté con ella, Demetrius tendrás que volver a Escocia, Amon tú seguirás en Irlanda, Vivian ve a la costa francesa mientras yo me ocupo de Gales. Nerfertary, tú te ocuparás de Canadá. Los dos últimos son de habla inglesa británica. Debemos de cubrir todas las zonas.-Dijo fríamente Annibal mientras se acercaba al lugar del debate.
-¿Y Zack?-Vivian lo miró extrañada. Demetrius suspiró acomodándose en el sofá, Amon volvió a la ventana y Eríka sonrió.
-Él… tiene asuntos que atender.-Zack sorbió el último sorbo de vino.
-Tss…-Nefertary hizo callar. Todos se quedaron inmóviles para escuchar, ver o sentir algo fuera de lo normal. Amon alzó el rostro al igual que Zack quién suspiró.
-Celestiales.-Murmuró Annibal.- Están cerca…
-No creo que se atrevan a entrar.-Dijo Vivian intentando apaciguar su nerviosismo. Zack sintió el impulso de ir a investigar por su cuenta, y así lo hizo saber.
-Voy a ver.-Annibal le detuvo sujetándole por el brazo.
-No, Zack, no pienso provocar una absurda pelea. Todos sabemos que en cuanto salgas por ahí no dudarán en utilizar su fuerza. Te quedas aquí, como todos… mi señor.- Tal y como sospechaba Annibal, se deshizo de su presión y se fue de la habitación.-… idiota.- Pudo susurrar.

Salió del restaurante atento a cualquier movimiento brusco. Miró al cielo estrellado. En un principio no pudo atisbar ninguna silueta extraña. Poco después tampoco. Observó unos minutos a las personas que caminaban a su alrededor. Unos más acelerados que otros. Contempló las intensas luces que alumbraban la calle así como las innumerables bolsas de tiendas colgadas del brazo de sus portadores. Arrugó el entrecejo. Estaba allí, quieto, un blanco fácil. Sin embargo, nadie parecía importarle su presencia. Quizás habían pasado fugazmente… no. Lo seguía sintiendo. Aquella sensación de malestar que siempre acudía a su cuerpo cuando un celestial estaba cerca. De pronto, pudo entrever un joven de cabellos rubios, vestido de ropa bastante moderna, que se dirigía a un callejón en el que desembocaba la calle. No dudaba que hasta allí no llegaban las coloridas luces de la calle. Titubeó para finalmente seguir a aquel joven rubio. Éste se perdió en la oscuridad del callejón. Cuando consiguió adentrarse, no vio rastro de aquel rubio. Tragó saliva desilusionado y se dispuso a salir. Sin embargo, algo le agarró del cuello estrellándole bruscamente contra la pared.
-¿Qué tal?-Susurró Nathaniel mientras sostenía el cuerpo de Zack. Su garganta estaba presionada por lo que le dificultaba articular palabra. Chasqueó la lengua.
-No… te puedo responder si… no me dejas… hablar.- Susurró sin aparentar miedo o sorpresa. Sus ojos brillaban mientras una sonrisa intentaba salir de sus labios.
-¿Enserio?- Zack sintió como su garganta comenzó a ser presionada de tal manera que ya le impedía respirar. Sin embargo, alzó su rodilla con la intención de impactarla contra el estómago de Nathaniel quién, tras el golpe, no pudo evitar apartarse unos metros dejando libre a Zack.
-Te ha salido mal la sorpresa.-Sonrió.- Tranquilo, te agradezco de todos modos tu intención.-De improviso, Nathaniel saltó y su ala surgió tras un pequeño chasquido. Voló hacia Zack y lo agarró por sus axilas elevándolo más alto que aquel “restaurante” donde estaban reunidos. Lo lanzó contra otro edificio. Sin embargo, Zack fue rápido y paró en seco tras haber dejado al descubierto su ala azabache.
Estaban allí, frente a frente, llenos de rabia.
-A menudo me pregunto el porqué tienes un ala coja al igual que yo.-Alzó la voz Zack con el entrecejo fruncido. Era la primera vez que el joven se mostraba frenético.- No eres príncipe celestial, ni alguien clave… solo eres un soldado.-Nathaniel sonrió aparentando firmeza mientras sus músculos se tensaban.
-Ambos tenemos un mismo cometido, eso no te debe de preocupar.
-Puede… pero me resulta curioso.-Se encogió de hombros.-Lo averiguaré en cuanto consiga la victoria.
-No cantéis victoria aún…- Para sorpresa de Zack, en las manos del joven celeste casi se había terminado de formar un arco dorado de flechas de un blanco marfil.-… y comenzad a sentiros perdedores.-Zack abrió la boca sin saber cómo reaccionar ante la rapidez de los movimientos de Nathaniel. Sin embargo, y justo cuando Nathaniel había alzado el arco dispuesto a impactar la flecha en el corazón de Zack, algo lo empujó violentamente contra la nada y apartándolo de la trayectoria de la flecha.
Zack cogió aire cuando frenó al percatarse de lo cerca que estaba de impactar contra la cristalera de un edificio. Alzó el rostro anonadado intentando visualizar la escena.
Annibal se encontraba frente a frente contra Nathaniel. Éste arrugó sus labios cuando comprobó que, otra vez, había fallado. Sin embargo sabía que esta vez no le iba a resultar tan fácil estar en igualdad de condiciones como con Zack. Sabía que, aparte de que Annibal poseía una segunda ala lo que le permitía ser aún más rápido que él, tenía bien sabido que éste era uno de los mejores y más experimentados soldados de las fuerzas infernales. Miró de reojos alguna posible salida pero, sonriendo para sí, se percató de que estaban en cielo abierto, bajo la tenue luz de la luna. Estaba claro que debía hacer.
Nathaniel alzó de nuevo el arco y lo tensó soltando la flecha blanquecina con pequeñas abstracciones doradas. Como se imaginaba, Annibal la había esquivado con facilidad y ahora portaba un látigo negro con un fuerte resplandor ígneo. Nathaniel pudo observar la media sonrisa de su oponente antes de dejarse caer hasta las calles de la céntrica ciudad irlandesa.

2 Responses so far.

  1. Anónimo says:

    Me encanta tu historia, es realmente interesante no puedo parar de leerla, sin embargo lo hize porque se me acabaron los capitulos.
    Publica cuando puedas posiblemente pronto

  2. Admin says:

    GRACIAS ANA! claro que lo subiremos pronto :)
    cada 15 dias subimos los capítulos
    en concreto, el martes 28 toca el próximo!
    muchas gracias por seguir la novela, no sabes cuanto anima a la escritora ;)

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