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Capítulo 6 (Libro 3)




Me detengo unos minutos mientras contemplo las diferentes marcas de mantequilla. Arrugo el entrecejo sin saber cual escoger. Son mis primeras compras como persona independiente ¿suena bien verdad? El caso es que hoy era viernes y mañana sábado y mi madre me había comunicado de que hoy le tocaba el turno de noche… cosa que dudaba aunque me alegraba saber que al menos tendría una digna despedida para al día siguiente marcharse a Londres. Durante esta semana mi tío había conseguido –por medio de ciertos contactos- una entrevista en varios hospitales, muchos de ellos privados y con remuneraciones muy altas. Estaba claro que mi madre estaba deseando marcharse, aunque sabía que si yo estuviera en su lugar, hubiera hecho lo mismo. Su impaciencia había provocado que sus maletas estuvieran hechas desde hace dos días. Algo más animada estaba desde luego aunque yo… ¿y que importaba en estos momentos? Las prioridades se conglomeraban entorno a mi madre.
Lola se había ido a una fiesta con su grupito de amigas. Parecía que el papel de madre preocupada se me daba bien tras haber advertido a Lola de que si no volvía temprano iría yo misma a buscarla. No es que no quisiera que Lola se divirtiera, ni mucho menos, pero el hecho de que mi primer día como “canguro” tendría la complicada responsabilidad de que mi prima volviera sana y salva –sobre todo tras comprobar cómo su vida corría demasiado peligro- me ponía de los nervios y me estresaba.
Como prometí a mi madre, el jueves e incluso hoy mismo me aventuré a ir al instituto. Todos se mostraron muy atentos aunque me molestaba que a lo largo de cada clase, los profesores me observaran con lástima e incluso me sacaran de clase para hablar sobre el tema. Pau y las chicas me habían propuesto una salida este domingo, sin embargo todo quedó en ir a mi casa y ayudarme con todo. Me siento aliviada, la verdad, por tener la posibilidad de acudir a tantas manos cuando necesitara ayuda, aunque sabía perfectamente a quien se lo pediría primero.
El aire polar del centro comercial me eriza la piel, así que cojo con rapidez una cualquiera –mentira, la más barata- y la coloco en la cesta mientras me alejo a paso ligero. De mi bolsillo cojo el papel donde tengo escrito la lista de la compra. Me falta el azúcar. Rodeo con la mirada la parte de congelados hasta dar con la zona de dulces. Quizás estuviese allí. Doy grandes zancadas hacia el estante donde sabrosos y tiernos bomboncitos y magdalenas parecen unidos a mis ojos hasta que mi visión ya no los alcanza. Cierro los ojos un momento y pienso en lo mismo que había cavilado durante mi estancia en el centro comercial: hay que ahorrar dinero y comprar lo indispensable. Así que con esa excusa, paso de largo con envidiable compostura de los dulces y achocolatados donuts. Sin embargo no encuentro el azúcar. Doy otro repaso con la mirada a la parte de dulces antes de adentrarme en la panadería. Cuando comienzo a indagar por los productos de aquel sector, alguien me interrumpe:
-¿Kim?
Giro mi rostro al de aquel tipo que me mira sobresaltado. Coloco con palpable nerviosismo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
-Dino –sonrío insegura.
Él parece aliviarse cuando le respondo sin mostrar desprecio. Se muerde el labio y entrega el peso de la cesta a su mano izquierda.
-¿Cómo estás? –cuestiona sin saber que palabras escoger.
Me compadezco ante su intento de hablar como personas civilizadas y por su preocupación –bien fingida o no- por mi estado de ánimo.
-Mejor –le respondo aferrando el asa de mi cesta con las dos manos.
Dino parece incómodo mientras se acaricia el cabello con la mano que le queda libre.
-Oye… -susurra. Parece que quiere decirme algo, así que le doy una especie de empujoncito.
-¿Sabes dónde está el azúcar?
Él sonríe.

Al salir del centro comercial, yo con dos bolsas y él con cinco –otras dos mías y tres suyas por insistencia de él- Dino parece por fin sincerarse.
-¿Cómo está Phoebe?
Aquella pregunta me coge desprevenida. Si le pudiera contar todo lo que había sucedido… ¿quién decía que no lo sabía? En cualquier caso no saldría de mis labios ni una sola palabra, a no ser que él lo dijera antes.
-Supongo que bien… -no sé qué responderle.
-Amm…
Paseamos lentamente por la avenida. Lo miro de reojos, no solo por lo nervioso y tenso que resulta estar sino también por el peso de las bolsas.
-Oye, dame una al menos… -le susurro viendo como sus dedos parecen colorearse de rojo.
Él asiente y me entrega una de las mías la cual parece pesar más que las demás.
-Kim… -Dino parece aprovechar esta parada cuyo primordial objetivo era aminorar el peso de sus manos, para decir de forma torpe lo que desde el primero momento quería contarme- necesito que me perdonéis por mi comportamiento, llevo mucho tiempo queriendo volver con vosotros pero… no sabía cómo.
Ante la confesión, lo miro intentando descubrir si había algo de malicia en sus palabras. Por el contrario, lo único que encuentro en sus ojos es súplica. Así que chasqueo con la lengua y retomo el paso obligándole a él a hacer lo mismo.
-Mira Dino, si quieres ser perdonado por mí de acuerdo, pero quizás debes esa disculpa a otra persona…
-No sé si querrá hablar conmigo…
-Y supongo que quieres que le diga lo que me estás diciendo, ¿no es así?
Dino asiente aceptando su derrota y dirige su mirada hacia mí.
-Lamento decirte que no puedo Dino –le confieso- no sé si pretendes recuperarla y ante eso sí que me niego.
Él se para en seco de nuevo y yo le imito más pausadamente con rostro serio. Dino parece desilusionado.
-No le hagas más daño del que le has hecho, por favor, te lo suplico… pídele perdón, pero no intentes nada.
Agacha la cabeza unos segundos hasta que un autobús para enfrente nuestra. Dino lo contempla y vuelve a dirigirme la mirada.
-Este es mi autobús –así que me entrega la otra bolsa y sube al vehículo sin añadir nada más.
Por un momento me siento culpable. Cierro los ojos inmóvil con las emociones a flor de piel. Respiro hondo buscando aquella consciencia que antes no permitía hacerme llorar. Sujeto con fuerza las bolsas y me dispongo a ir a casa con una nueva derrota que me presiona el pecho.

--

La música parece ensordecer los tímpanos mientras el calor y las luces de colores anulan las conciencias de los presentes. La gente baila, bebe y se divierte a pesar de que muchos pedían a gritos algo de aire. Lola y tres niñas más son las pocas que permanecen paradas en la barra del bar. Están cansadas de bailar y reír así que piden un poco de bebida con alcohol, y el camarero se lo concede sin preguntar la edad. Se restriega la mano por la frente para apartar el sudor que parece nublarle la vista mientras escucha como sus amigas ríen a carcajadas sin sentido. Ella sonríe cuando las ve reírse y se une a las risotadas. Pasan dos jóvenes delante suya y ambos parecen mirarla golosos. Lola toma un sorbo del vaso y mira a su alrededor algo mareada. Sin embargo, sigue riendo y sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. Sin embargo su rostro se serena cuando observa la frenética inconsciencia de muchas de sus amigas. Una de ellas se ha marchado con un tipo que seguramente no había visto en su vida, otra se deja tocar por otro joven mientras las demás esperan su turno. De pronto algo se revuelve en su estómago. Le entran arcadas mientras parece perder un poco la consciencia. Pero sigue en pie. Se agarra a la barra para no perder el equilibrio e intenta abrir los ojos lo máximo que puede. Sin embargo no logra aclarar la vista. Lo único que consigue diferenciar son siluetas y colores a su alrededor. De improviso siente como algo le presiona el brazo. Gira su rostro hacia atrás encontrándose con un hombre de rostro peliagudo y sonrisa dicharachera. Sin embargo no consigue escuchar lo que le está diciendo. Parece que la invita a salir fuera. Aparta la mirada sin mantener su consciencia clara  y sin saber a dónde mirar pero él insiste. Finalmente ella asiente mareada y se deja llevar por los pasos de aquel hombre.
Salen de aquella zona alejándose poco a poco del ruido que golpetea su cabeza y de las luces. Parece que una brisa le enfría el sudor. Pero su vista sigue igual y sus sentidos a penas se agudizan mientras algo le sigue provocando un fuerte dolor en el estómago. Lola tropieza con aquel hombre quien parece haber encontrado el sitio donde quería ir. Entonces la rodea con los brazos e intenta besarla. Ella se aparta asqueada, pero él insiste y la agarra con más fuerza mientras su estúpida sonrisa sigue presente en su rostro aún no muy nítido a ojos de Lola. Ésta se intenta resistir y escabullirse de los brazos de aquel tipo quien parece no querer soltarla.
-Suéltame –le susurra sin articular bien. Aquel hombre la agobia, tanto que vuelve el sudor a su frente y su cabeza parece darle aún más vueltas que antes. El dolor del estómago parece explotarle la barriga mientras sus músculos se dejan llevar por el instinto.
Sin embargo algo golpea la cabeza del hombre quien cae de bruces contra el suelo sin oponer resistencia. Aquello la desequilibra no obstante, alguien la agarra antes de desplomarse. Lola hiperventila y dirige su mirada hacia su salvador. Sin embargo sus ojos no consiguen captar el rostro aunque aquel olor no le pasó desapercibida. Intenta esbozar una sonrisa y siente como le acaricia la frente.
-Mi príncipe –susurra sin ser consciente de sus palabras arrastradas.
Algunas palabras sueltas son captadas por sus oídos sin embargo no son lo suficientemente claras como para esclarecer sus palabras. Así que, ante el silencio de Lola, él la coge y la lleva en volandas a un sitio más seguro.

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Una visita sorpresa me animó. Vicky y Pau aparecieron por sorpresa cuando entré en el portal. Ambas me habían traído regalos teniendo como excusa el no haber podido entregármelos antes por mi cumpleaños. Ellas mismas me ayudaron a colocar la compra en su sitio y a preparar la cena que sin duda compartiría con ambas. Excusaron al resto al preferir ir a una fiesta de inauguración de una sala a la que posiblemente Lola había acudido. Seguramente Phoebe se había quedado en casa.
Colocamos una sartén bien grande en el fuego y decidimos hacer unas croquetas que había comprado por si acaso. Sin embargo el aceite saltaba de vez en cuando salpicándonos y produciéndonos un picor punzante en las diminutas zonas afectadas.
Cojo la tapa metálica de la sartén y la utilizo a modo de escudo ante las expulsiones del aceite. Vicky y Pau se esconden detrás de mí mientras utilizo unas tenazas para dar la vuelta a las croquetas con movimientos secos y rápidos. Aunque la mayoría de ellos solo sirvieran para moverlas a penas unos milímetros. Las tres nos reímos ante la escena sin ser conscientes de que múltiples salpicaduras manchan el inmobiliario que, posteriormente, serían limpiados.
El aceite volvió a escupir sobresaltándonos y provocando otro motivo para reír. Entonces a Pau le entra el hipo. Entre cada risa hipa y nosotras reímos aún más.
Conseguimos al fin terminar con las croquetas y nos sentamos a comer.
-¡Qué asco! –grita Pau al probar un trozo.
Sin embargo sus advertencias fueron posteriores a mi prueba. Están calcinadas y por dentro aún no están hechas. Observo a Vicky quien agita sus manos a la altura de su boca – abierta- para enfriar el trozo de croqueta. Motivo por el que volvemos a reírnos.
-¡Es magma volcánico! –bufa Pau.
Vicky logra tragárselo. La mueca que adorna su rostro es de todo menos bonita dando la razón al veredicto de Pau.
Sin embargo algo perturba nuestra alegría. El teléfono suena desde la encimera. Me levanto y lo descuelgo.
-¿Diga? –cuestiono sin dejar de sonreír.
-Necesito hablar contigo –añade una voz al otro lado.
Frunzo el ceño y me pongo seria cosa que captan tanto Vicky como Pau quienes dejan de sonreír y miran atentas a mis reacciones.
-¿Quién…?
-A las doce en el parque –interrumpe.
Suspiro. Naturalmente su voz no pasa inadvertida, al menos para mí… cierro los ojos mientras masajeo la sien con los dedos intentando aclararme. Realmente no quería volver a verle, al menos no ahora, cuando mi corazón aún no se había recompuesto.
-¿Y si no voy?
Se hace el silencio. Noto su respiración al otro lado del teléfono.
-Iré a buscarte –colgó.
Suspiro de nuevo agobiada. ¿Por qué siempre vivo con presión? Cuelgo el teléfono lentamente y dirijo mi mirada hacia Vicky y Pau quienes habían dejado de reír desde hace unos minutos.
-Era Zack, ¿verdad? –repuso Pau con un hilito de voz.
-Quiere que vaya al parque…
-¡No, Kim! –exclama Vicky cortando el clima tranquilo de la habitación- no voy a permitir que te hagan más daño, no vayas.
Chasqueo la lengua aún más confusa. ¿Y si no quería hacerme daño? Me derrumbo en la silla y cierro los ojos mientras mis manos sujetan mi cabeza. Demasiadas cosas en tan poco tiempo.
-Kim, comprende que… -susurra Pau mientras acaricia mis cabellos- … si habéis roto, habéis roto, prolongarlo solo te servirá para romperte más.
-Sí pero… -sollozo- no puedo hacer nada, Pau –las lágrimas de nuevo se asoman en mi rostro- siento que voy a explotar… -murmuro en un quejido que casi pasa inadvertido.
Vicky se levanta y me rodea con sus brazos por detrás tiernamente.
-Nosotras no dejaremos que te pase nada.
Las lágrimas brotaron con más fuerza, y no por dolor sino por sentirme endeble e inmerecida de tales personas. Necesitaba ese abrazo como nunca para que mi estómago dejara de oprimirme al menos durante los segundos que duró aquel abrazo de Vicky –que ni siquiera era mi mejor amiga- y las caricias de Pau para consolarme.

 Vicky fue quien abrió la puerta de la entrada. Eran las once y media. Ambas tenían que marcharse aunque les agradecía todo su cariño. Pau me besa en la mejilla y me retira unas cuantas lágrimas que empapan mi rostro. Luego, Vicky me mira tiernamente y me abraza de nuevo con todo su cariño. He de reconocer que sus abrazos eran únicos. Se retira un poco y me levanta el rostro mirándome a los ojos.
-No hagas locuras –susurra.
Y tras esto, se van sin dejar de contemplarme.

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-La veo triste, Vicky –susurra Pau cuando se disponen a bajar las escaleras.
-Zack no debería ser así, debe de intentar comprenderla… -Vicky esconde sus manos en los bolsillos de su cazadora y bajan lentamente las escaleras sin alzar demasiado la voz.
Pau mira hacia atrás.
-Creo que deberíamos volver y quedarnos con ella…
A penas les quedan peldaños para bajar a la tercera planta cuando Vicky asiente descontroladamente.
-Quizás necesite otro tipo de ayuda en estos momentos, Pau… ven.
La joven rubia la sigue confusa sin dejar de sentirse preocupada por su amiga mientras Vicky da grandes zancadas hacia una de las dos puertas de aquella planta. Cuando Pau la alcanza, la de cabellos oscuros llama al timbre sin ser consciente de la hora que era.
Pronto abre la puerta una mujer de cabellos dorados y ojos celestes.
-¿Si? –pregunta sobresaltada por la llamada imprevista de dos jóvenes muchachas.
-Señora Ninvet, ¿está Nathaniel? –cuestiona Vicky sin parecer acelerada.
La mujer titubea y tras analizar las palabras de aquella chica asiente esbozando una gran sonrisa.
-Sí, claro, pasad –Clariva abre aún más la puerta y las invita a entrar- está en la habitación del fondo –señala tras cerrar la puerta.
Ambas asienten agradecidas y se dirigen hacia la que era la habitación de Nat. La puerta está abierta así que pasan sin hacer notar su presencia.
Nathaniel está encima de su cama junto a su hermana Stella quien ríe divertida cuando Nat le señala una imagen del librito que tiene entre sus manos. Éste advierte la presencia de ambas jóvenes y se sobresalta.
-Vicky, Pau, ¿qué…?
Su hermana también se muestra sorprendida sobretodo porque para ella aquellas horas no eran oportunas para que unas “amigas” de Nat entrasen en su casa. Stella se tapa un poco con el edredón de su hermano en un amago de esconder su pijama.
-Necesitamos tu ayuda –añade Vicky inquieta.
-¿Qué ha pasado?
-Es sobre… Kim –al mencionar aquel nombre, los músculos del joven se tensan y su mirada se vuelve seria. Traga saliva y se levanta de la cama tendiendo el libro a su hermana.
-Sigue leyendo, ahora vuelvo, ¿vale?
La pequeña asiente a regañadientes y se tumba con los brazos cruzados en la cama esperando a que su hermano regresara.
Nathaniel cierra la puerta de su cuarto tras de sí y susurra.
-¿Qué le ocurre?
El sonido de la televisión de la habitación contigua alerta a las dos jóvenes de que cualquiera podría escucharlas.
-Fuimos a visitarla…
-Llamó Zack -cortó Pau intranquila- quiere que Kim vaya a las doce al parque…
-Ella está muy mal no debe…
-No dejes que lo haga –concluye Pau angustiada.
Nathaniel intenta recoger la corta e intermitente información que le había almacenado en su cabeza.
-¿Pero ha ido? –cuestionó algo aturdido.
-No, esperamos que no lo haga –murmura Vicky.
-Tú eres el único que puede hacerle entrar en razón…
El joven aparta la mirada.
-No sé, yo…
-No dejes que se encuentre con Zack, por lo que más quieras… por Kimberley.

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A las doce menos veinte alguien llamó a la puerta.
¿Zack? Cavilo al pensar en la hora. Volteo mi rostro hacia el reloj que sin embargo marcaban menos de las doce. Me levanto de la silla de la cocina y la cruzo hasta llegar a la entrada.
Llama de nuevo insistentemente.
Abro la puerta y abro los ojos de par en par ante aquel cuadro. Mi mundo pareció derrumbarse sobre lo que quedaba de él al advertir el cuerpo de Lola inmóvil llevado en volandas por Amon. Mil cosas comenzaron a surgir a la vez en mi mente aunque la que más pude escuchar era siempre la misma “lo han descubierto”.
Amon entra sin esperar a mi reacción dirigiéndose hacia el salón. Cierro la puerta con velocidad y le sigo.
-¿Qué ha pasado? –me apresuro a decir con un hilito de voz.  
Amon la coloca suavemente en el sofá.
Parece no respirar.
-¡Por el amor de Dios, dime que ha pasado!
Amon dirige su mirada hacia la mía.
-Me la encontré en la fiesta sumamente borracha –añadie lentamente articulando cada palabra con desprecio.
Algo alivia mi corazón –por si fuera poco- sin embargo aquel repudio no me había sentado bien.
-Menos mal… -me siento al lado del rostro de mi prima quien parece dormir como nunca antes lo había hecho- Creía que…
-Dime una cosa Kimberley –me interrumpe mientras da vueltas por la habitación. Su seriedad me da mala espina.
Trago saliva mientras retiro un mechón de cabello de su rostro.
-¿Hay algo que desees contarme sobre Lola? –cuestiona cuando se coloca frente a mí, colocándose de cuclillas para situarse a mi altura.
“Oh Dios mío” es lo primero que pienso cuando miro aquellos ojos negros que se habían teñido de inquietud. No parece una broma. Tenso mi mandíbula y miro hacia mi prima. Un sudor frío recorre mi cabeza cuando compruebo que la chaqueta de Amon cubría sus hombros desnudos. Eso quería decir que él ha visto la espalda de Lola y sobre todo cuando su camisa de mangas sisas mostraba lo suficiente como para visualizar tres pequeños e imperceptibles lunares a simples ojos humanos… vuelvo a mirar a Amon quien espera una respuesta.
-Lo descubrí hace una semana…
Él chasquea la lengua y se incorpora. Cubre sus manos en los bolsillos de su pantalón y vuelve a dar vueltas, esta vez alrededor de la mesa de cristal rodeada de sillones.
-¿Qué pretendes que haga ahora, eh? –cuestiona preocupado- ¿Tengo que tomarla y acabar con todo esto?
-¡NO! –exclamo rápidamente ante tal idea- si no se lo he dicho a nadie es porque no quiero que… -se quiebra mi voz.
-¿No quieres qué?
-Os necesito Amon –concluyo aferrando cuidadosamente los dedos de Lola.
-Está bien Kim, yo no he visto nada ¿de acuerdo? Pero tú me tienes que prometer que se lo dirás a uno de los celestes para que se salve y así acabar con esto de una maldita vez.
Niego lentamente mi rostro cosa que sorprende a Amon quien frunce el ceño.
-Te estoy dando una oportunidad y te aseguro que Demetrius no será tan tolerante.
-No me hagas esto Amon… -susurro entre lágrimas- por favor…
Él chasquea con la lengua y vuelve a dar vueltas nervioso mientras escucha mis palabras y reflexiona.
-Zack quiere verme a las doce y… no sé qué quiere, estoy asustada, yo…                                  
Amon cierra los ojos y mira el reloj de la estantería. Luego, aparta la mirada y me mira.
-Está bien, está bien… -susurra- …la decisión que has tomado es egoísta Kimberley, yo no diré nada ni tu tampoco y esperaremos hasta que alguien descubra todo… sea quien sea.



 y próximamente...


One Response so far.

  1. Interesantes escritos y bonito espacio.
    te deseo una buena semana.
    saludos.

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