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Capitulo 12

-Ey Stella, cuánto tiempo preciosa.- Sonrió Ángelo mientras la abrazaba cariñosamente. Sonreí al contemplarlos por la ventana de nuestro cuarto mientras hacía mi maleta. Ya era domingo y teníamos que tener todo preparado para esta tarde. Gabriel y Ángelo se acercaron a despedirse antes de nuestra partida así que Nathaniel tuvo la brillante idea de invitarlos a comer: los mayores en la casa y los jóvenes-niños en el patio. Clariva y mamá tenían que volver al pueblo para comprar unas pizzas para nosotros y algo más sofisticado para ellos. Me apresuré a guardar todo en la maleta y bajé corriendo las escaleras para encontrarme con Nat, Stella, Ángelo y Gabriel. Estos dos al verme, sonrieron y bromearon.
Mientras poníamos la mesa de plástico en el patio donde íbamos a comer, Clariva y mamá se fueron al pueblo y Carl y papá vieron los deportes. Cuando preparamos todo, los cinco nos sentamos a hablar mientras esperábamos la comida.
-¿Qué te dijo ayer el médico Nat?-Preguntó Gabriel.
-Lo de siempre, que aún no han determinado lo que es y que cuando me vuelva a doler que vaya de nuevo.-Ángelo y Gabriel rieron.
-Como si ellos consiguieran saber lo que te ocurre.-Bufó el alto. Stella y yo nos dedicamos a mirarnos y a sonreír. De pronto Ángelo carraspeó y su semblante se puso serio.
-Nat… hemos visto a…-Nathaniel arrugó el entrecejo.
-¿Dónde?
-Cerca de aquí.
-¿La han encontrado?
-Oye chicos, un poco de consideración.-Se quejó Stella señalándonos. Los chicos sonrieron y asintieron.
-Ya hablaremos de ello más tarde.
-Claro Ángelo, no olvidemos que hay presencia femenina.-Gabriel nos guiñó un ojo.
-¿Y qué tal están nuestras chicas?-Bufó Ángelo mientras daba un pequeño sorbito al vaso de agua. Cuando alzó su brazo para beber, vi el cristalito y la pulsera que llevaban Nat y Gabriel.
-¿Qué es eso?-Pregunté casi al instante.
-¿Él qué?-Se extrañó Nat-les había pillado desprevenidos. Señalé la pulsera que mostraba Ángelo.
-Oh, bueno, son… pulseras.
-Eso lo suponía.-Farfullé mientras Gabriel se encogía de hombros.
-Es algo muy significativo para nosotros.-Comenzó Nat.-Se llaman cristales de vida.-Se quitó la pulsera y me la ofreció. Desde luego brillaba mucho y parecía verdaderamente de cristal.
-Nunca me había fijado en ella.-Dijo Stella.-Son preciosas…-Sus ojos brillaron y al darme cuenta se lo di.
-¿Y qué significado poseen?
-Sí, bueno… lo llevamos… lo lleva gente como nosotros.-Dijo torpemente Ángelo.
-¿Gente como vosotros?-Mis preguntas les estaban poniendo nerviosos. Interesante.
-Se refiere a que está muy de moda en California, de donde vengo.-Sonrió angustiado Nat.
-Pues yo nunca las había visto…-Susurró Stella enarcando una ceja.
-Porque estaban de moda entre los jóvenes de nuestra edad.
-Ya…
-¡Qué buen día hace hoy!-Intervino Gabriel.- ¿No os parece increíble como las nubes toman formas?-Todos miramos al cielo y lo contemplamos… totalmente despejado. Stella y yo nos miramos. Estaba claro el juego: nosotras dos contra ellos. Sonreímos al sentirnos cómplices. Stella fue la primera en hablar.
-¿Y no os parece increíble que estas pulseras hayan pasado totalmente desprevenidas ante mis ojos?-Los tres chicos se miraron nerviosos y comprendieron el juego.
-Piensas demasiado en tus muñecas.-Bufó Gabriel esbozando una sonrisa pícara. La pequeña entornó los ojos.
-Si hubiera sido una moda en California, Vivian lo llevaría ¿no crees Nat?-Los dos amigos arrugaron la nariz sin saber de lo que estaba hablando pero él me sonrió.
-¿Y por qué tendría que llevarlo justamente ella?
-Porque es de California.-Conseguí acentuar ese “es” para dar mayor gloria a nuestro triunfo.
-Jaque mate hermanito.-Rió Stella mientras Nat asentía admitiendo su derrota.  
-¡Kim!-Gritó papá desde la puerta de la casa. Le miré y asentí mientras observaba el móvil negro que portaba. Cuando llegamos a la cocina sonrió y me miró.-Tengo buenas noticias. Tu prima Lola se muda a nuestra casa, está decidido.
-¡¿Qué!?-Grité sin darme cuenta, cosa que asustó a papá. Fue una noticia bastante contrastada con la situación que vivía.-Pero… papá ¿habéis pensado en dónde iba a dormir o…?
-Dormirá contigo.
-No hay sitio.-Me sonreí.
-Tranquila, traerán una litera. Es más, apuesto lo que quieras que ya está puesta.-Abrí la boca para replicar pero me interrumpió.-Ayer me lo confirmaron por la mañana… no quise… alarmarte.
-¡Y ahora me estás matando papá!-Lloriqueé.- ¿Qué clase de padre eres?
-También aceptó tu madre así que a mí no me regañes.
-Pero…
-No insistas cariño, ya está todo hecho.-Papá parecía disfrutar… oh sí, como disfrutaba.
-¿Malas noticias Kim?-Preguntó Carl Ninvet al entrar en la cocina… él también sonreía.
-Es más que una mala noticia.-Me crucé de brazos.- ¿Cuándo se instala?-Pregunté a regañadientes.
-Mañana aunque no irá al colegio hasta la semana que viene.-Hice una mueca y salí de nuevo al patio.

-¿Qué pasa?
-Nada Nat, simplemente mi insoportable prima de Londres viene a vivir con nosotros y para colmo tengo que compartir cuarto.-Bufé en tono sarcástico.
-Bueno, míralo por el lado bueno, así os uniréis más… de lo que estáis ahora.-La sonrisa en el rostro de Gabriel le delataba. Oh, claro que se estaba burlando de mi situación. Le hice otra mueca y me dirigí a la puerta que daba al campo.
-¿A dónde vas?-Me preguntó Stella.
-A dar un paseo.-Le sonreí.
-Ven pronto.-Susurró Nathaniel mientras salía por la puerta.

Ah, el campo -suspiré sin darme cuenta- era lo que necesitaba para relajarme. Mientras mis oídos captaban el arrastre de mis zapatos y la pequeña brisa azotaba mis cabellos enredándomelos aún más. Cerré los ojos mientras metía mis manos en los bolsillos del chaquetón. Subí por el pequeño camino donde antes nos encontramos con el caballo y decidí explorar lo que escondía el segundo camino. Los árboles eran mucho más altos, las ondulaciones del terreno se pronunciaban con mayor frecuencia y poco a poco el sendero se convertía en hierba totalmente verde y fresca. Estaba claro que en cualquier momento me toparía con algún bosque frondoso en el cual jamás me adentraría si estuviera en mi sano juicio. Las raíces de los enormes árboles sobresalían del suelo conscientemente para hacerme tropezar pero debido a mis reflejos me permitía burlarme de ellos. Comenzó a silenciarse. A medida que avanzaba, el canto de los pájaros se apagaba y el azote del viento retomaba su indudable prioridad amenazando impasible. Un escalofrío recorrió mi espalda. Me abracé con mis brazos ya que comenzaba a tener frío… y miedo. Miré hacia atrás sin parar la marcha y mientras lo hacía, mis ojos observaban las lúgrumes formas que tomaban poco a poco los árboles. Pero las raíces se burlaron de mí y tropecé raspándome la barbilla contra la tierra árida y sólida. Hice una mueca de dolor mientras cerraba los ojos. Cuando los abrí, observé delante de mí una pluma blanca, muy blanca que temblaba por la fuerza del viento. La cogí extrañada notando su suave y aterciopelado tacto y la contemplé con el ceño fruncido. No era de una paloma puesto que aquí no había y, en el caso que volara libremente una por los alrededores, era una pluma demasiado grande y… hermosa. Yo no es que entienda mucho de pájaros pero algo me decía que ésta debía de ser especial ya que irradiaba una agradable aura protectora. De improviso escuché un movimiento brusco de entre los matorrales y volví a sentir aquel miedo que sufrí una tarde cuando me dirigía a casa. Mi conciencia me gritaba que debía correr a la casa, pero mi curiosidad obligaba a mis músculos a levantarme y explorar aquellos matorrales. Cuando me acerqué a él apareció ante mis ojos otra pluma, pero negra, negra como el carbón, balanceándose lentamente hacia la palma de mi mano que permanecía abierta para poder cogerla. También tenía una suave superficie y también era grande. De repente escuché encima de mí un chasquido que provocó a mis maripositas. Pero esta vez corrían para salvarse provocándome una ceguera y sordera leve. Comenzaron a sudarme las manos mientras alzaba lentamente la mirada. No me percaté hasta el momento de la presencia de un árbol raquítico encima de mi cabeza. Y ahí estaba esa… cosa. La sombra que causaba el impenetrable árbol me mostraba una extraña y oscura silueta que  me observaba con ojos rojizos y brillantes mientras que unas enormes alas negras se movían lentamente de arriba abajo intimidándome. El grito se ahogó en mi garganta provocando el bailoteo de mi corazón deseoso de salir de mi cuerpo para ponerse a salvo mientras todo mi cuerpo sudaba de miedo y terror. Todos y cada uno de mis cabellos se erizaron y mis músculos tensos impedían mi huída pero sin embargo permitieron dejarme caer adoptando una posición más indefensa. Sin embargo, el…  el ser o como se llamara se tensó y pareció sobresaltarse antes de desaparecer hundiéndose en las sombras del bosque, apagando sus ojos rojizos y brillantes poco a poco…

 
Corrí como nunca lo había hecho, respirando entrecortadamente y hasta que no salí de aquel camino no me sentí más segura. La inclinación del sendero ayudaba a mis piernas a ampliar la zancada mientras mis brazos se movían a su parecer. Abrí corriendo la puerta de madera del patio y tras empujarla con fuerza caí al suelo, frente a los cuatro jóvenes que me miraban totalmente silenciosos y extrañados. Mi cuerpo dejó de tensarse pero, aún en el suelo, mi respiración se volvía más frenética inspirando todo el aire que en aquellos escasos segundos se olvidó absorber.
-¿Kim…?-Nat fue el primero en preguntar. Me relajé e incorporé sin darme cuenta que sollozaba.
-¿Qué ocurre?-Papá y Carl salieron de la puerta de la casa abrumados, seguramente, por el tremendo ruido que hice al –casi- romper la puerta. Papá corrió hacia mí agarrando mis brazos y mirándome a los ojos asustado.- ¿Qué te ha pasado?-Observé a Carl que miraba aterrado a los chicos mientras estos negaban con la cabeza sin saber lo que provocó mi reacción. Cuando me proponía a articular palabra para explicar lo ocurrido, se escuchó el sonido de un coche. ¡Llegó la comida! Nadie se movió, ni siquiera mi padre que intentaba serenarme con las manos apretándome fuertemente el brazo mientras yo seguía conmocionada. Debíamos de parecer un cuadro, o al menos a eso le pareció a mamá cuando nos miró y sonrió sosteniendo las bolsas.
-¡Vaya, un teatro!-Bufó mamá sin saber lo que realmente pasaba. Cuando entró Clariva, también sonrió.
-Vi…-Intenté sacar palabras de mi garganta. Las dos mujeres se pararon y me miraron extrañadas. Ahora caían lágrimas de mis ojos al recordar lo que pasó y lo indefensa y torpe que me sentía.
-¿Qué pasa cariño?-Mamá dejó las bolsas en el suelo y se acercó a mí.
-Tenía alas…-Pude decir entre sollozos.-…alas negras y sus… ojos… me observaban…- Realmente parecía poseída.
-¿Alas negras cariño?-Preguntó dulcemente mamá. Estaba claro que no me creía. Así que no dije más y me dediqué a serenarme por dentro. Por fin  me soltó papá los brazos y suspiró… aliviándose ya que seguramente creyó que no fue peor… de lo que él hubiera imaginado. Mamá me ayudó a sentarme al lado de Nat y Stella mientras todo volvía a la normalidad menos los tres chicos que me miraban inquietos. Cuando los adultos fueron a la cocina para preparar todo, Ángelo habló:
-Stella preciosa, ¿por qué no vas a ayudar a tus padres?-La pequeña abrió la boca pero asintió a regañadientes y se metió dentro de la casa. Cuando nos encontrábamos solos Ángelo me preguntó mientras se acercaba a mí.- ¿Qué viste exactamente?-Me sorprendió que ellos se interesaran por el tema después de que mis propios padres se tranquilizaran y marcharan a sus asuntos cuando había parado de sollozar. Ellos si me creían, así que comencé a hablar.
-Era algo… extraño. Le cubría una profunda oscuridad… solo conseguí ver sus ojos rojizos y unas grandes alas…-Noté una aterciopelada superficie en el bolsillo de mi chaquetón. Me tensé de nuevo porque en ese momento supe que no estaba loca ya que lo que saqué fue una gran pluma.-… negras.- Los tres se miraron cómplices mientras sus rostros se volvían preocupados.
-¿No pudiste ver más?-Me preguntó Nat casi susurrándome. Negué sin conseguir mirarle. Stella volvió con las pizzas en la mano y colocándolas sobre la mesa nos miró.
-Oh Dios mío…-Se lamentó en voz queda Gabriel.
-Han empezado…-Susurró Ángelo para que no llegara a mis oídos. Lo miré con odio por el mero hecho de que ellos sabían perfectamente que era esa cosa, y no querían decirme ni una palabra. Silenciosamente –Stella incluida- comenzamos a comer sin mirarnos ninguno a la cara.
 
Oía sus susurros por detrás de la puerta. Ángelo, Gabriel y Nathaniel hablaban sobre lo ocurrido muy alarmados. Aunque no podía deducir lo que estaban diciendo, se escuchaban sus voces susurrantes y preocupadas. Estaba claro que había algo de cierto en aquellos cuentos que me leía mi madre de pequeña, estaba claro que lo que vi no era… de nuestro mundo. Suspiré y me encerré en mi cuarto. Cerré la ventana y luego las cortinas para poder concentrarme. Miré el móvil que permanecía en mi mesita de noche. Me tumbé en la cama -o colchón ya que las sábanas las había guardado ya- y pensé en lo que más odiaba: volver a la rutina. Mañana comenzaba de nuevo aquellos largos días de instituto y el miércoles para colmo, iba a convivir con la mugre de mi familia. También me acordé de Pau, Vicky, Cheba, Dino, Lori… Zack. Me percaté de los problemas que me esperaban mañana cuando me reencontrara con todos aquellos con los que había perdido toda o cierta amistad. Alcé la mirada hacia el techo y comencé a pensar…

-¡Kim vámonos!-Parpadeé unas cuantas veces para darme cuenta que había pasado toda la tarde pensando y mirando el techo. Quién me viera… Corrí escaleras abajo con mi maleta mientras observaba como mis padres y yo éramos los únicos que no estábamos fuera. Al salir, Nathaniel me llamó la atención.
-Kim… Ángelo y Gabriel no tuvieron oportunidad de despedirse.-Me sonrió-¡y qué sonrisa!-Querían darte esto… bueno y yo también.-Sacó de su bolsillo una pulserita marrón del que colgaba un cristalito igualito que el de Nat. Abrí la boca sorprendida y emocionada. Alcé la mano y mientras él me la agarraba bien a la muñeca le miraba feliz.
-Gracias.-La miré no una, sino tres veces antes de volver a fijar la vista en él.-Me encanta.-De repente me cogió la mano y me miró a los ojos.
-No te la quites, ¿vale?, nosotros nunca lo hacemos.-Asentí totalmente eufórica por pertenecer a algo relacionado con Nat y subí al coche sin dejar de sonreír no sin antes fijarme que la pulserita de Nathaniel ya no estaba en su muñeca. Miré de nuevo la mía sabiendo que realmente me la regaló.
Definitivamente este fin de semana me sirvió para todo: Durante mi estancia en el campo me olvidé completamente de mis problemas, todo me ayudó a acercarme más a Nathaniel, conocí a dos buenos chicos… pero lo peor fue encontrar un problema más con el que convivir: aquellas alas negras.



El despertador golpeó mi cabeza. Había sido la peor noche de toda mi vida. La litera era una autentica chatarra. Como mi colchón suave y mullidito no cabía, tuve que conformarme con la piedra llamada colchón que llevaba incorporada la litera de mi querida prima. Pero tenía que agradecer que en vez de regresar inmediatamente al instituto después de un fin de semana inmejorable-salvo por una cosa-, nos fuéramos de excursión. Abrí el armario de par en par. Veamos… deportes, pantalón vaquero y… una camiseta cómoda y larga… quizás tenga frío… ¡Ah! Y una sudadera. No era muy elegante pero para un día de campo no estaba tan mal. Eso sí, algo fundamental era dejar mi melena al viento… oh cielos, me estaba convirtiendo en mi prima… sin duda obra de la litera. Fui hacia la cocina para desayunar.
-Tenéis que desinfectar la litera, hay gérmenes pijos sueltos.
-Kim…-Papá sonrió mientras mamá me replicaba.-Toma.-Me tendió el café y un delicioso sándwich.
El timbre sonó como de costumbre y bajé con Vicky en el ascensor.
-¿Qué tal el fin de semana?-Preguntó con voz pícara.
-Bastante bien, creo que me empieza a gustar más de lo que pensé.-Sonreí.
-¿Y qué será de Zack?-Fruncí el ceño.
-No todo es Zack.
-Así se habla Kim.-Me sonrió para luego adular el vestuario que llevaba… nada comparado con los pantalones grises y la camisa a rayas rosas de distintos tonos de Vicky.
-¿Qué es eso?-Cogió mi mano y la alzó, señalando la pulserita.
-Buff.-Me puse nerviosa por contárselo todo. Nos metimos en el coche y se lo conté todo desde el primer día, menos lo del incidente con… eso.
-¡Qué os lo paséis bien!-Gritó la madre de Vicky mientras bajábamos del coche. En la puerta vimos apelotonados a los de nuestro curso esperando el autobús ansiosos. Observé cómo Andreita hablaba con Nat sonriéndola. Él me miró y alcé la pulserita para que la viera, demostrando así lo mucho que me gustó el regalo. Más tarde atisbé a Pau y a Pho que se acercaron con una sonrisa en los labios. Otra vez tuve que contarles todo. Todas sonreímos con aquella pícara risa cuando terminé de contar aquel fin de semana. De pronto, Vicky sin ninguna explicación me empujó haciéndome chocar con algo duro. Me volví y encontré los ojos oscuros de Zack, su rostro no mostraba ninguna expresión. Me arrepentí de lo que dije a Vicky “no todo es Zack” ¡Mentira! En ese momento odié a mis tres sonrientes amigas que reían desconsoladamente. No podía dejar de mirarle, aquellos labios, su mandíbula marcada, su negro y oscuro cabello… Zack tenía un segundo nombre: perfección.
-Lo… lo… lo siento.-mascullé. Me brindó una gran sonrisa y me susurró.
-¿Sólo sabes disculparte?-Mi corazón se dio la vuelta y mis mariposas -antes hormigas- me acariciaban las paredes de mi estómago. Tras esto, se marchó hacia su grupo que lo esperaba confuso por mi curioso tropiezo.
-Os mato.-Bufé mientras hacía callar las risitas nerviosas de mis amigas.
-Kim.-Se acercó Pho susurrándome.- Ya es hora de que hagas algo… y nosotras te ayudaremos.-Estaba claro que hablaron de mí en la fiesta de pijamas, sin duda. Me crucé de brazos.
-¿Y cómo lo haréis?
-Intentando acercarte a él.-Masculló Vicky mientras le señalaba.
-No gracias, y… por favor, no hagáis ninguna locura ¿de acuerdo?-Las tres negaron al unísono y yo, por eso, no me sentí más segura.
Mientras el autobús se dirigía hacia el campo, las cuatro hablábamos tranquilamente siendo Pau mi acompañante y atrás nuestra Vicky y Pho.
-Pues mi primita vendrá hoy a vivir con nosotros.-Suspiré.
-¿La conozco?-Preguntó Pau que se conocía prácticamente a toda mi familia.
-Ninguna la conoce y, francamente, mejor que no la conozcáis nunca.
-Será difícil.-Sonrió Pho que parecía más animada. ¡Y más guapa! Sin duda la fiesta de pijamas había sido muy movidita. Phoebe llevaba ropa más colorida y se había puesto una difuminada rayita en los ojos.
-Te veo muy bien Pho.-Sonreí.
-¿De verdad?
-Hemos hecho un gran trabajo.-Pau y Vicky se chocaron las manos mientras asumían su victoria. De pronto cayó en nuestro sitio una bola de papel que sin duda, lanzaron a posta. La cogí y me asomé gritando.
-Eh, ¿quién ha sido?- A pesar del bullicio, logré observar las risas de Demetrius, Amos, Vivian… Dino. Aquello me puso de muy mal humor.
-Déjalos Kim, son idiotas.-Susurró Pho.
-Pau, ¿tienes chicle?-Hice como si no la hubiera escuchado, estaba muy furiosa.
-Toma.-Me lo dio. Lo masqué fuertemente para luego pegarlo en la bola de papel.
-Oh-oh.-Vicky agachó la cabeza.
-Kim no seas…-No dio tiempo a Pho a terminar la frase ya que lo tiré sin remordimientos hacia esos, deseando darle de pleno a Dino. Acerté, pero a Demetrius. Cuando se dio cuenta que había pegado un chicle arrugó la nariz y me miró con rabia mientras yo le hacía una mueca.
-En el blanco.-Pau chocó las dos manos con las mías… y me sentía eufórica. Muchos del autobús me vieron y rieron a carcajadas y los que no, fueron informados de inmediato.
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-Ya me está hartando.-Dijo mientras contemplaba la mueca que le brindó.-La odio.
-Calma Demetrius, serénate.-Menos mal que Vivian estaba presente para tranquilizarle… Vivian… “Mmm, que delicioso manjar para apaciguar el placer” caviló. Le sonrió mientras contemplaba su cabello lleno de bucles rubios y sus ojos verdes intensos, su ajustada camiseta de tirantas roja y sus pantalones anchos que se ceñían en su curvilínea cintura. Desde luego no se explicaba cómo Zack podía haberla rechazado en innumerables ocasiones.-Deja de mirarme pervertido.-Masculló Vivi mientras le sonreía.
-Parecéis niños.-Gruñó Zack mientras se acomodaba en su asiento.- ¿Todavía jugáis a tirar pelotitas de papel? ¡Bah!-Eso les ofendió a todos. Todo lo que él decía, iba a misa… absolutamente todo.
-Aún así, el daño está hecho, necesito venganza.-Demetrius se deleitó con el sabor de aquella dulce palabra mientras tramaba un plan.-Dino, tú la conoces, dime algo que le moleste.-Petrori pensó. Desde luego hicieron un buen trabajo al ponerle en contra de los que ahora eran sus antiguos amigos.
-No sé… bueno.-Sonrió.-Hay una cosa… que es evidente pero le fastidiaría mucho.
-Dispara.
-Es obvio pero es una de las más fervientes admiradoras de Zack.-Todos le miraron y sonrieron. Pero él no lo hacía, simplemente les miró.
-Estupendo, otra a la lista…
-No veo motivo alguno por el que he de enviar su nombre a eso que llamáis lista.-Sus palabras siempre sonaban duras y sobretodo parecían órdenes del mismísimo demonio. Vivian sonrió al pensar en ello.
-¿Acaso ella es tu elegida?-Preguntó Amos con su típica voz elegante y siniestra mientras su cuerpo se tambaleaba debido al movimiento del autobús.
-Quién sabe.-Se encogió de hombros el adulado.
-¡A no, esa sí que no Zack, todas menos esa!-Replicó Vivi.
-Tú no eres quién para decirme lo que tengo que hacer.-Susurró en tono amenazador a la hermosa Vivian que miraba hacia otro lado mientras intentaba detener unas lágrimas delatoras.
-Si os digo la verdad, Kimberley me parece una chica bastante… atractiva.-Añadió Amos mientras observaba sus uñas.
-¿Te estás enamorando Schneider?-Preguntó con su sensual voz femenina.
-No seas idiota.-Le susurró. Vivi se encogió de hombros.
-Pues, según me contó Dino, Velázquez está loquito por los huesos de esa.-Añadió Demetrius sin ningún reparo.
-¿Quién, Lorenzo Velázquez, Lori?-Preguntó extrañada Vivi. Cuando le asintió, estiró sus carnosos labios y sonrieron.
-Kim no le quiere, le rechazó hace poco.-Completó Petrori.
-Entonces quizás esa chica merezca la pena.-Sonrió Vivian mientras contemplaba a Velázquez. Como le odiaban…







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