Cogí el móvil tras dejar claro a mis padres que no iba a hacer cosas de las que me podía arrepentir. Primero me decanté por llamar a Pau, y que ella se encargase de distribuir mi mensaje a todos puesto que no me gustaba nada hablar por teléfono y más si tenía que contar lo mismo seis veces seguidas. Pero estaba dispuesta sin embargo a llamar a Nathaniel. Fue tan rápido lo que ocurrió, tan solo hace unos minutos antes del baile pensaba en lo felices que estaríamos Nat y yo juntos. Pero todo dio un vuelco. Solo sabía que Nat era una especie de ángel… y tenía que aclarar las cosas con él.
-¿Pau?
-¡KIM!-Como siempre me gritó en la oreja.- ¿Qué ocurrió ayer, y por qué nos dejaste de lado?-Estaba deseando que le llamara, estaba claro.
-Ni yo misma se lo que pasó.-Reí.
-Te puedo refrescar la memoria. Ninguno tenía pensado que fueras y menos con pareja, pero fuiste. Pero no con una cualquiera, no, porque Kim es especial.-Bufó.-Entró cogida de la mano con Zachary McNemfiel… casi nada. Te acercaste a nosotros, dijiste que intentarías estar con nosotros y te retiraste toda la noche para ir con los amigos de Zack… ¿recuerdas?-Ambas reímos.
-Claro. ¿Estáis molestos?-Noté como su sonrisa se alargó.
-Yo no, pero los demás un poco. Lo peor es que todas hubiéramos hecho lo mismo, y ninguna lo reconoce.
-¿Podrías decirles eso mismo?
-Ven esta tarde a casa de Pho, y nos explicas todo.-Sonreí.
-¿A qué hora?
-Tú sabes a qué hora siempre quedamos, Kim.-Sonreí.
-Ya… ya.
Cuando terminé con Pau tecleé el número de Nathaniel. Los fines de semana se iban al campo, por lo que tenía que limitarme a llamarle. El buzón de voz. Estaba claro que ese fin de semana no podía contactar con él, pero podía dejarle un mensaje.
-Hola soy Kim. Oye Nat… Nathaniel, tenemos que hablar ¿vale? No sé qué está ocurriendo, no sé qué secretos tendréis como para odiaros de esa forma… ¿os odiáis? Llámame, ¿vale? Adiós.- Colgué. Si el lunes no me había llamado, iría derechita a su casa. A lo mejor no le daba tiempo ni siquiera a encender el móvil pero no podía esperar tanto para aclarar las cosas.
A la hora de comer todos nos sentamos alrededor de la mesa mientras mamá la servía.
-¿He servido a todos?-Asentimos.-Bueno, hay que hablar del sitio donde iremos la noche de navidad.-Dijo mientras se sentaba.- ¿Hablaste con tu hermano?-Papá asintió.
-Vamos a celebrarlo en su casa.-Respondió señalando a Lola.
-¿De verdad?-Estaba algo eufórica. Le brillaban los ojos como nunca. Me aclaré la voz.
-¿Y por qué no aquí?
-¿Aquí? Kim esta es una casa muy chica y…
-Me refiero aquí, en Irlanda.-Mis padres comenzaron a responderme con motivos poco éticos. Mi prima vivía en Londres. No me disgustaba la idea de montarme en un avión pero me disgustaba el mero hecho de separarme por unos días de los dos chicos que llenaban mi vida. Era matemáticamente imposible convencerles, pero habría una manera de recortar los días fuera, por ejemplo, haciendo que conocieran a Zack para que se dieran cuenta que es un buen chico y que se merecía que su novia -me costaba creerlo aún- estuviera con él lo antes posible. Algo realmente imposible. Pero en fin, supongo que unos días fuera no me vendrían nada mal, por eso de desconectar.
Después de comer les avisé de que esta tarde salía, teniendo que repetirles una y otra vez que no era con Zack a solas, sino con todos mis amigos. Aún así no pude librarme de los típicos consejos parentales sobre los chicos.
Cogí el autobús para llegar a casa de Pho. Ya me retrasaba un poco. Decidí poner mi mente en otra cosa como... no sé… ¿escribir el mensaje a Zack, por ejemplo? Busqué en mis bolsillos del pantalón marrón hasta que alcancé el móvil. Ahora tocaba pensar. ¿Qué frase ingeniosa le podría poner? ¿Algo que le sorprenda y que haga que se acuerde de mí o algo seductor e insinuante?... ¿enserio pensaba eso? Si ni siquiera sabía escribir una frase bonita. Lo mejor era pensar en los consejos de las revistas que yo leía cuando era adolescente -ya me consideraba mayor de edad ¿vale?
Casi a la media hora decidí ser una persona normal y por lo tanto, escribir cosas normales. Así que comencé a escribir lejos de la influencia de niña adolescente.
“¿Cuándo te podré ver? Me encontré con Amos y me habló sobre la fiesta que teníais hoy… bueno no con detalles pero lo bastante como para saber que hoy no te veré.”
Ya no podía dar vuelta atrás, ya estaba enviado. Durante el viaje de autobús me dediqué a esperar una respuesta. Me puse nerviosa de solo pensarlo. Estaba claro que en cuanto tuviera un mensaje de Zack mi corazón daría un vuelco- tendría que estar mareada por las innumerables vueltas que debía haber dado en los últimos meses, no me sorprendería nada que un día de estos me diera un ataque. Llegué a casa de Phoebe Fox. Miriam, su madre, me abrió la puerta y me ofreció entrar.
-Cuanto tiempo Kim, ¿qué tal en Estados Unidos?-Me vi obligada a contestar mientras subía lentamente las escaleras.
-La verdad es que no me arrepiento, estuvo muy bien.-Miriam me sonrió y se marchó. Subí procurando no hacer ruido. Pasé por su cuarto, donde no había nadie. Estaba claro donde estaban, en “La Urna”. Subí otras diez escaleras hasta una puerta de madera. Rodeé el pomo con mis dedos y le di la vuelta lentamente, miedosa por las réplicas o por la sensación de vacío que podía producirme que alguien no me hablara. Cuando abrí la puerta me acordé perfectamente de hace dos años, cuando las chicas nos reuníamos aquí, en la que llamábamos “La Urna”. La pared estaba llena de póster de chicos jóvenes y famosos -cuantas miradas les dirigíamos- recordaba también los inolvidables sofás que sobraban en la casa y que casi tocaban el suelo. Decidimos utilizarlos para tener aquí nuestras reuniones secretas. Al fin, en la esquina pude visualizar cajas, donde en una de ellas sobresalía una parte de la casita de muñecas con la que jugábamos días y días hace mucho tiempo… como echaba de menos a esas niñas.
Sin embargo, delante de mí no estaban solo aquellas niñas ya crecidas, sino niños. Tres exactamente.
-Hola.-No me atrevía a acercarme por lo que pudieran pensar. Todos me miraban.
-¿No estás con Zack?-La pregunta de Vicky tenía algo de malicia. Estaba claro que tenía rencor.
-Hoy me apetecía estar con vosotros… bueno y aclarar lo de ayer.
-Siéntate Kim.-Pho me sonrió. Parecía ser la única a la que no le molestó. Cuando me senté visualicé el trivial, las miniaturitas y las cartas a mi lado.-Tú serás las que entregue las cartas y yo la del tiempo.-Me sonrió. Se puso seria mientras miraba a los demás.- Comprenderla y dejad esas tonterías para cuando estéis viejos y amargados.
-Pho tiene razón.-Dijo Pau mientras tiraba el dado.-Deberíamos alegrarnos, no siempre se tiene una amiga que tiene por novio a Zack.-Les guiñó un ojo.- Maxi te toca leer.-Le entregué una carta al hermano de Pho. Estaban claro las parejas: Pau y Max, Andreita y Vicky, Lori y Cheba…
Durante el juego les estuve contando que ocurrió, mi sorpresa y nuestro beso… eso sí, sin desatar ninguna sospecha en cuanto a la existencia de seres sobrenaturales. Todas escuchaban entusiasmadas mientras los chicos insistían en jugar enserio.
Después de un buen rato jugando, y con la victoria de Lori y Cheba, Pho trajo chips y batidos. Había una novedad en aquel ático, la presencia de una mesita de plástico para comer allí. Entonces recibí el mensaje. Todos me miraron, algunos por curiosidad, pero la mayoría porque sabían de quien se trataba. Me alejé de ellos para ver el mensaje con tranquilidad antes de enseñárselo a los demás. Tal y como creí, el corazón me dio un vuelco cuando comprobé que era de Zack.
“Lo siento, realmente no puedo llevarte. Mañana nos veremos, por la noche.
Te echo de menos.”
Suspiré de la excitación que me provocaba cada palabra que escribía. Estaba claro que esto era lo que se sentía cuando una estaba enamorada.
A las ocho Pho y yo nos quedamos solas, en el ático. Después de que recogieran y se fueran, las dos nos quedamos solas. Tenía ganas de quedarme. Nos tiramos en los sofás cansadas, con ganas de relajarnos. La miré.
-¿Cómo estás?-Ella volvió el rostro hacia mí mientras me sonreía cansada.
-Si te refieres a como estoy sin más, bien, pero si me preguntas por como estoy en cuanto a novios… fracaso.-Sonrió de nuevo.
-¿Querrías venir mañana conmigo y con Zack? Quizás te venga bien.
-No me gustaría encontrarme con Dino.-Suspiró. En ese momento me acerqué a ella sentándome en el suelo y apoyando mi rostro en su sofá.
-Si te digo la verdad, a mí sí me gustaría.-Me miró intrigada.- Necesitáis hablar para resolver los problemas que causó vuestra ruptura.- Dirigió su mirada hacia el techo. Reflexionaba.
-¿Te has dado cuenta, Kim…?-Titubeó.- ¿… qué el corazón forma al revés dos lágrimas?-Lo visualicé en mi mente.-Realmente eso es lo que significa el amor.-Volvió a mirarme.-Te enamoras y en cuanto todo da la vuelta, derramas más lágrimas de las que hubieras derramado en tu vida. En mi opinión escogieron de maravilla el símbolo del amor.-Le sonreí.
-Pero cuando vuelve a cambiar, se convierte de nuevo en corazón.-Ella me devolvió la sonrisa. Me alegró verla así, feliz, aunque hablásemos de un tema que le hiciera mucho daño. Estaba claro que una de mis tareas pendientes consistiría en buscar un nuevo novio a Phoebe. De pronto alguien llamó a la puerta y la abrió casi al unísono. Era Miriam, la madre de Pho.
-¿Kimberley se va a quedar a cenar?-Ambas nos miramos y yo, algo ruborizada por tener que obligar a Pho a decir que sí.
-Desde luego.-Miriam Fox asintió y se marchó.
-Oye, no quiero molestar…
-No digas memeces Kim, me viene bien que te quedes.-Suspiró.-Nunca me desahogo tanto con otra persona. Tú tienes un don Kim, el de saber escuchar.-Le dediqué mi sonrisa más ancha y sincera tras recibir tal adulación.
Llamé a mis padres para no preocuparles, aunque eso supusiera la decisión irrevocable de recogerme a cierta hora. En realidad, mejor en coche que en autobús.
Me acosté en cuanto entré en casa. Pho se había desahogado conmigo de todos sus problemas e inquietudes. Más yo también participé en esas confesiones explicándole todo lo que echaba de menos. Realmente estuve a punto de contarle todo –y con “todo” me refiero a todo, incluyendo la historia de los demonios y los ángeles y rebelándole las identidades- pero no lo hice, y me prometí a mi misma que en el momento oportuno se lo diría a ella, y a nada más que a ella, a pesar de mi irrompible amistad con Pau. Después de aquella confesión, me sentí mucho más segura con Pho en cuanto a la explicación de “cotilleos” que no debían de rebelarse a nadie, y creo que a ella le pasó lo mismo. Con la promesa de vernos de nuevo en cuanto tuviéramos un problema, me sentí mucho más liberada y dispuesta a dormir por una noche en paz.
Domingo por la mañana, a las once menos cuarto, aún estaba dormida.
Domingo por la mañana, a las once de la mañana, Lola me despertó.
-Prima, despierta que ya es muy tarde.- Fingía no escucharla.-Vamos, ¿crees que quiero que te despiertes? Tu madre me obliga a hacerlo. Por mí te quedabas durmiendo días y días.-Me negaba a despertarme si ella me lo pedía, me daba tanto coraje… Por fin llegó el silencio. Se había ido abatida. Ahora sí que podía despertarme… pero es que estaba tan calentita… De improviso, algo impactó en mi cara, algo esponjoso pero agresivo. Me sobresalté quejándome de lo que fuera. Era un cojín, y la responsable fue mi querida prima que reía victoriosa.
-¿Creías que te iba a dejar así como así?-Le miré mal… realmente mal.-Lola Hilthom nunca deja las cosas a medias.-Le tiré el cojín en la cara antes de levantarme.
-Y Kimberley Hilthom nunca se queda de brazos cruzados.-Me dirigí al cuarto de baño no sin antes coger el móvil mientras escuchaba a mi prima dar un portazo e irse enfadada hacia el salón. Cuando entré lo encendí, esta vez me tocaba a mí empezar el día.
“Buenos días J”
Ahora me tocaba a mí esperar su respuesta. Pero mientras tanto, me duché todo lo lenta que pude, creando una enorme capa de espuma en mi cabello mientras me lo masajeaba. Que hubiera dado yo por un spa en mi cuarto de baño. Cuando salí de la ducha el vapor empañó el cristal y humedeció toda la estancia. Rodeé mi cuerpo con una toalla blanca y sequé como pude mi cabello pelirrojo. Miré el espejo empañado mientras enrollaba mi cabellera con otra toalla. Estaba tentada a dibujar en él como cuando era niña. Dibujé un corazón dejando su contorno libre de vaho y dejando ver claramente parte de mi reflejo. Sonó el mensaje esperado. Cogí el móvil nerviosa, prácticamente temblando como una veleta víctima de un huracán.
“A las siete te recojo dormilona”
Increíble, increíblemente increíble, cualquier persona que estuviera en su sano juicio admitiría ser una tontería, pero con esas simples palabras me ruboricé. Si yo tenía el don de escuchar, él poseía el don de sonrojar a cualquiera.
Me vestí nerviosa por la cita. Mamá y papá fijaban su vista al televisor mientras Lola utilizaba su mini-portátil.
-A las siete me voy.-Mamá fue la única que me miró.
-¿A dónde?-No tenía intención de interrogarme ya que conocía a mamá como la palma de mi mano… y por eso mismo sabía perfectamente que al responderle si comenzaría el interrogatorio.
-No lo sé. Voy… voy con Zack.-Papá y Lola me miraron al unísono y yo me puse nerviosa –más de lo que estaba, si era posible.
-Está bien, Kim. Y tú Lola atiende también.-Provoqué que la bestia maternal de mamá se despertara.- Ten cuidado. Sobre todo no te dejes a estas edades…
-¡Mamá! ¿Por quién me tomas?
-Si no lo digo reviento.
-Llamadme cada segundo si estáis más tranquilos, pero no penséis eso de mí nunca.-Papá rió a carcajadas y Lola le siguió. Qué bien se llevaban esos dos…
-Da por hecho que lo aremos.-Bufó papá entre risas.
-Papá…-Negué con la cabeza sonriendo hasta dirigirme a la cocina. Desayuné tranquilamente, total, hasta las siete no haría nada.
A la hora de comer –mamá preparó ricas albóndigas- Lola enarcó una ceja mientras se mordía el labio.
-¿Puedo preguntaros algo?-Mis padres asintieron confusos.- ¿Porqué… coméis esto?-Rieron y yo con ellos.
-¿Te refieres a por qué no tenemos una dieta como vosotros?
-Como todos los irlandeses e ingleses.
-Preferimos este tipo alimenticio. Tienes que visitar España, te encantará. Desde que fuimos allí de vacaciones, decidimos desechar los sándwiches para almorzar y preparamos comida ligera, unas albóndigas, pequeños filetes…-Lola sonrió forzada y comió como siempre, despacio y admitiendo estar llena cada tres segundos.
-A propósito, ¿A qué hora volverás, Kim?-Papá me miró.
-No lo sé.-Le sonreí.- ¿A qué hora quieres que vuelva?
-A las siete.
-¡Papá!
-John, déjala que se divierta… pero sin excesos, no te animes.
-Mamá, me divertiré como nunca me había divertido jamás. No toda la diversión en una pareja se reduce a…-Lola soltó una carcajada contenida. La miré y proseguí inquiera.-Lo que quiero decir es que me puedo divertir con Zack sin que haya ningún tipo de roce.
-Después de haberte obligado a hacer novillos… -Añadió papá mientras interpretaba las comillas en la palabra “novillos”.
-¿De verdad?-Todos miramos a Lola.- ¿La niña buena hizo novillos?-Rió levemente al batir su mano como signo de “haberla liado”.
-Fue solo un día papá, además, tú conoces a su padre, sabrás más o menos como es.
-Eso es precisamente lo que más me preocupa.-Miró hacia su última albóndiga mientras yo fruncía el ceño. Creía que se llevaban muy bien papá y Bratt.
-¿Qué tiene de malo?-Mamá estaba tan confusa como yo.
-Bratt será muy buen tipo, pero es un cuentista y un aprovechado.-Prosiguió mientras pinchaba el tenedor en el trozo de albóndiga.- ¿Sabéis que verdaderamente ejerce de abogado privado, no?
-Iba a dejarlo para dedicarse por completo a su empresa, ¿no?
-Si Shana, y este lunes fue su último juicio.-Como siempre, papá hacía una breve pausa para dejar más intrigante el suceso.-Defendía al acusado. Se trataba de una pareja en trámites de divorcio, y querían repartirse los bienes. Pues bien, el protegido de Bratt admitía ser el propietario de la casa y de los noventa mil euros ahorrados por la pareja. La mujer se iba a ocupar de los niños por lo que necesitaba la casa y el dinero. Fuera cual fuese la sentencia, el señor no se quedaba en la calle puesto que tenía un buen negocio y una casa en New York. Sin embargo, la mujer sí que se quedaría de patitas en la calle si el juez fallaba a favor del marido. Bratt sabía perfectamente quién tenía la razón, pero aún así, logró que el juez diera la razón al hombre. Lo único que se le concedió a la pobre mujer fue una vivienda en uno de los barrios más pobres del país y una mensualidad de mil doscientos euros pagado por el marido, para mantener a sus tres hijos pequeños.
-Pero John, hacía su trabajo.
-Pero su trabajo también implica una moral profesional. A demás él se llevó una buena parte del dinero.-Negué con la cabeza desilusionada.
-Eso es injusto.-Declaró Lola.- ¿Cómo puede ser posible que el juez haya hecho tal cosa?
-No es solo el juez Lola, también está el jurado.-Explicó mamá.
-De todos modos no voy a dejar de hablarle por algo que no me concierne, bien es cierto que le protesté pero a ese hombre no lo mueve nadie en sus decisiones o en su moral. ¿Y sabéis que me dijo?-Todos negamos.-Que la justicia no siempre es justa.