Solo quedábamos Phoebe, Ángelo, Gabriel, Nathaniel y yo. Todos se habían ido de distintas formas a sus casas. El bostezo de Pho provocó que mirara el reloj. Eran las doce de la noche y aún podíamos mantenernos en pie. Mis párpados me escocían mientras mis ojos estaban teñidos de un color rojo por el cansancio. Hacía frío sin duda y eso se notaba en el moho tan espeso que emitía mi aliento. Pero por desgracia ninguno vestíamos con alguna ropa de sobra y por lo tanto la cortesía que los varones debían ejercer… no estaba disponible.
-Creo que ya es hora de volver a casa.-Dijo Nathaniel cuyo frío no parecía afectarle.
-Cre-cre-o que-que si.-Masculló entre dientes Phoebe mientras tintineaban.
-¿Tienes frío?-Ángelo parecía el más atento, si no fuera porque me estuvo evitando, al igual que Gabriel. Deseaba llegar a mi casa puesto que Nathaniel tampoco es que me hablara mucho.
-Evidentemente sí.-Ángelo miró a su alrededor por si encontraba algo con lo que ayudarla a entrar en calor.
-Entonces vámonos.-Nos adentramos de nuevo en aquel parque cerca de mi casa donde anteriormente nos encontramos.Las farolas eran la única iluminación de la zona, además de la blanquecina luna que acunaba a las estrellas. Notaba perfectamente como ya no estaba integrada en su grupo, me veía apartada a pesar de estar prácticamente al lado de Gabriel quién, al igual que Ángelo le prestaban toda su atención a Pho. Sin embargo, Nathaniel parecía tener la misma sensación que yo, o es que estaba demasiado cansado como para articular palabra alguna, cosa que parecía más evidente. Me dediqué a mirar al suelo como si eso dejara ver en los demás que me mantenía al margen para pensar en algo y no porque sentía temor a que me rechazasen, como había ocurrido al principio. De fondo se escuchaba a un grupo de jóvenes reír y divertirse, como debería de hacer yo. Fuimos pasando en fila india para cruzar un estrecho caminito rodeado de enredaderas a los lados, con las ramas desnudas a causa del frío. Era un paisaje lúgubre. Entonces Nathaniel me cedió su puesto, para pasar delante de él y no quedarme detrás, cosa que le agradecí con una sonrisa a pesar de que mis labios estuvieran cortados por el frío y que, por lo tanto, me dolía al estirarlos. Al salir de aquel pequeño camino de espacio reducido, me detuve pensando, en que este era el momento idóneo para hablar a solas con Nat. Me mordí el labio y me giré en dirección al paso y, para bien o para mal, me choqué de bruces con él.
-Lo siento.-Masculló mientras se apartaba unos metros.- ¿Por qué te has parado?-Aunque lo pareciese, no era un reproche. Miré hacia atrás escudriñando donde estaba el resto: iban con gran parsimonia y sin mirar atrás, lo que indicaba que no se habían percatado de nuestra falta.
-Tenía que hablar contigo.- Lo noté, se tensó. Y sus ojos recorrieron toda la circunferencia que formaban en busca de algo con lo que calmarse.
-Se están alejando Kim…-Su voz se cortó al llamarme de aquella manera. Sin embargo, caminó lentamente hacia delante dejando que siguiera su paso. Su cabello rubio brilló bajo un torrente de luz que emitía el farolillo del parque.
-Solo quería que supieras, qué yo nunca dejaría que nadie se interpusiese en nuestra amistad, y menos con…
-Vaya, vaya.-Bufó Demetrius con ironía. Nos dimos la vuelta sin necesidad de pestañear.-A Zack no le gustará que paseéis solos por un parque sin apenas iluminación…-Nathaniel dio un paso adelante muy tenso mientras Demetrius se cruzaba de brazos. Rodeándonos, surgieron dos sombras veloces y esbeltas. Justo a mi izquierda se expandió aquella capa azabache y se transformó en una mujer de piel tostada y aterciopelada y de cabello liso y pardo. Eríka. La observé turbada sin saber que era lo que pretendían, y sonrió. Junto a Nathaniel vigilaba la cobriza de ojos rojizos y hebra azabache. Pronuncié silenciosamente su nombre lentamente: Nefertary.
-¿Qué está ocurriendo?- Musité mientras mis ojos ardían del miedo.- ¿Qué estáis haciendo vosotros aquí?
-Simple, pasear.-Bufó Nefertary.
-Tenía ganas de encontrarte solo bajo la lóbrega luz de la luna.-Demetrius esbozó una media sonrisa.- ¿Qué tal si las féminas nos dejaran solos, eh?- Eríka agarró mi brazo con fuerza y me arrastró sin posibilidad de rezagarme. Algo captó la atención de mi captora.
-Hola cornudos.- Sonrió Gabriel mientras caminaban hacia las dos cobrizas. Ambos me adelantaron sin reparar en mí.
-Esto va a acabar muy mal…-Susurró Demetrius fieramente. Todo parecía estar coreografiado al milímetro ya que los seis formaban dos filas, una frente a la otra.
Y yo detrás de todo aquello, sin poder hacer nada, apartada de ese mundo que me concernía de una manera o de otra. De improviso, todas las bombillitas se apagaron súbitamente dejando el parque completamente a oscuras. Mi corazón se aceleró aún más por la inquietud. Casi no diferenciaba las siluetas de ninguno de ellos.
-¿Kim?-Susurró una vocecita más temblorosa que la mía. Me giré con el corazón en un puño… las cosas se complicaban. Phoebe miraba la escena desconcertada, sin saber que pensar o que decir.- ¿Qué está ocurriendo?- No escuchaba nada ni siquiera sabía que estaban haciendo, pero debía de llevar lejos a Pho por su seguridad y para mantener el secreto.
-Mejor que nos vallamos, ¿sí?- Ella negó. ¿Era realmente la tímida y huidiza Phoebe Fox? Se adelantó acercándose a aquella escena propia de un cuadro que tuviera como título “La batalla entre el bien y el mal” nunca mejor dicho.-Pho…-Alcé la voz sin llamar demasiado la atención.-Phoebe…-Chasqueé la lengua y corrí hasta alcanzarla. La cogí del brazo… pero ya era tarde.
Ángelo y Nefertary estaban suficientemente cerca como para escuchar sus respiraciones. Entonces, renunciando a cualquier código de cortesía, Ángelo alzó el brazo e impactó fuertemente sobre su mandíbula. Aquello tumbó a la de piel cobriza. Rápidamente, sus alas blancas brotaron de sus omóplatos, se batieron y su cuerpo se separó del suelo velozmente. Nefertary, todavía en el suelo, lo contempló furiosa encajando de nuevo su fino maxilar. De su espalda emergieron dos alas venosas y negras, que la alzaron rápidamente volando tras Ángelo. Los otros cuatro los imitaron coloreando el cielo de blancos y negros colores.
Me aferré a su cuerpo emitiendo un suave grito por las instantáneas acciones que acababan de realizar. Sentí como ella también me agarraba con fuerza por miedo o por confusión. Ni siquiera se atrevió a articular palabra alguna. Ambas nos alejamos como pudimos del centro de la pelea, detrás de unos árboles raquíticos y encogidos por el frío invernal.
*
Nefertary no podía alcanzarle a pesar de que sus alas desaparecían por segundos a causa de la velocidad, sin duda Ángelo era mucho más rápido. Mientras, Nathaniel y Gabriel, intentaban acudir en su ayuda sin saber que detrás de ellos, Demetrius y Eríka tenían como objetivo, pararles los pies. Y nunca mejor dicho pues ésta última agarró forzudamente el tobillo de Gabriel parándolo bruscamente. La miró aturdido mientras contemplaba como Demetrius los dejaba atrás en busca de Nathaniel. Abrió sus ojos de par en par y vociferó:
-¡Nathaniel!-Éste miró hacia atrás reduciendo su velocidad, con tan mala suerte que tanto el demonio como él, chocaron inesperadamente provocando su descenso rápido hacia el suelo.
Gabriel alzó la pierna libre estrellándolo contra el estómago de la cobriza. Ésta instintivamente lo soltó casi sin inmutarse de dolor. Gabriel se abalanzó sobre ella con el puño cerrado esperando contactar con los músculos de Eríka. Sin embargo, ésta reaccionó y se apartó en el último segundo e inmediatamente, golpeó sus nudillos contra la espalda del joven quién cayó inconsciente por el golpe al suelo.
Nefertary gritaba furiosa ante su carencia y desesperación. Ángelo reía con cada gruñido, para él era como un juego de niños, ajeno a las dificultades que estaban pasando sus compañeros. Pero algo le distrajo y le hizo captar su atención. Atisbó el rostro de Phoebe entre los árboles del parque, aquellos ojos verdes y asustados.
-Pho… Phoebe.-Susurró para sí totalmente nervioso por el descubrimiento de la joven. Ese nerviosismo le salió caro, pues Nefertary le alcanzó para su desgracia. Ésta le golpeó en la cabeza con su codo.
Observé cómo todos los ángeles estaban en tierra firme doloridos. Mientras los demonios caían suavemente culminados por la victoria.
Gabriel no se despertaba del trance de su columna, Ángelo estaba mareado por el fuerte golpe que sin duda pudo romperle el cráneo, y Nathaniel, mi ángel, casi no podía mantenerse en pie… si pudiera llegar a él… Sus alas se ocultaron con dificultad. Entonces Demetrius lo agarró por el cuello.
-Como deseaba encontrarme contigo a solas…- Agarró su muñeca ante los gemidos de dolor y temor de Nathaniel. Rompió su manga derecha y…-¿Dónde está?- Él sonrió.- ¿Responde maldito celeste?-Negó.
-Jamás te lo diré, ni a ti ni a tu apestoso clan de miserables malditos.-Ante tal rebeldía, lo golpeó fuertemente contra el suelo dejando brotar de la garganta de Nathaniel un líquido rojizo.
-Nefertary, Eríka, destruir sus cristales.- Ante la orden, dejó que sus alas brotaran y tras un resplandor, desapareció. Ambas se acercaron hacia Gabriel y Ángelo…
…Y yo, como la más valiente de entre las cobardes, grité sin dejar ni una sola sílaba en el aire.
-¡Tocarlos y os juro que vuestro juego se acabará!- Apreté con fuerza el cristal rojizo de Zack a tal altura que las cobrizas lo advirtieran.
-¡No te atreverás!- Vociferó amenazante Eríka.
-¿Quieres comprobarlo?
-¡NO!-Gimió Nefertary.-Kimberley, vamos, ¿quién vale más que tu querido Zachary, eh?
-Ya sabes la respuesta.
-¿Acaso acabarás con la vida de tu novio?-Siseó Eríka más enfurecida que nunca.
-No lo dudes.-Me mostré impasible sabiendo a duras penas en mi interior, que no sería capaz de hacerlo.- ¡Marchaos y dejarlos en paz!- Ambas se miraron y tras un centelleo, no quedó rastro de ellas.
Sin tan siquiera darme tiempo a exhalar el aire que olvidé respirar, Phoebe corrió hacia Ángelo.
-¿Estás bien?-Sujetó su rostro entre sus manos acariciándolo.- ¿Me escuchas? ¡Ángelo!-Su mirada estaba perdida, Phoebe manejaba su rostro como un simple maniquí.
Observé que Nathaniel se encontraba al lado de Gabriel. Sin duda debió arrastrarse como pudo hacia él. Me acerqué a ellos tímidamente. Los dedos de Nat palpaban el cuello del inconsciente Gabriel quién no lograba reanimarse del golpe. Me arrodillé a su lado.
-Respira.-Gimió Nathaniel.
-He de llamar a una ambulancia.
-No.-Lo miré. Me di cuenta entonces de que sus heridas que había advertido en su brazo eran más graves de lo que parecían.
-Nathaniel… estáis en unas condiciones lamentables.
-Allí nos curarán…
-¿Dónde?-Sonrió.
-¿Te acuerdas de la cascadita de mi campo?-Asentí.-Más abajo es donde nos reunimos de vez en cuando.-Frunció el ceño de dolor.
-No podéis ir en estas condiciones, y vuestros padres no saben nada…
-Nosotros no, pero Celeste y Perséfore sí.
-Nathaniel.- Sollocé llena de culpabilidad.
-Kimberley, yo jamás te podría odiar…- Agaché el rostro reprimiendo una lágrima y entonces él susurró dulcemente unas palabras difíciles de olvidar.- Kimberley, puedes dudar que las estrellas quemen, puedes dudar que el sol sea más grande que nuestro mundo, incluso que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás que te amo.- Lo miré emocionada y con las lágrimas a punto de surgir.
Aquella noche Phoebe se quedó a dormir. La idea fue de Pho en el gran intento por asumir todo lo que había ocurrido. Sabía perfectamente que esa noche no podría dormir. Ambas preferíamos la compañía.
Cuando todas las luces se apagaron y mis padres roncaban más que dormían, las dos nos sentamos en el suelo, cubiertas con un edredón y con la pequeña lámpara de estudios de mi mesa en el centro. Gracias a que mi alfombra era bastante calentita, no temblábamos del frío.
-¿Desde cuándo lo sabías?-Susurró con los ojos clavados en la lámpara.
-Zack me lo desveló el día del baile de navidad.
-¿Cuándo comenzasteis a salir?-Asentí. Estaba dispuesta a explicarle todo… lo que sabía, claro. Lo mejor era que podía compartir aquel secreto con alguien en la misma situación que yo, una humana llena de preguntas. Coloqué las dos pulseras cuidadosamente debajo de la luz. Phoebe abrió sus ojos no sé si por incredulidad o por lo hermosos que eran.
-Se llaman Cristales de Vida.-Murmuré.
-¿Esto fue lo que buscaba Demetrius?
-Sí.
-¿Y lo que las espantó?
-Ajá.- Ratificó con el rostro.
-Ángelo… ¿también lo tiene?-Asentí y la miré a los ojos esperando su próxima pregunta.-Cuéntame todo lo que sepas Kim, por favor.- Comencé a explicarle todo desde el principio, desde el momento en qué Zack me había recogido la noche del baile. Relacioné sus características con lo que era realmente. Le revelé la rivalidad entre las dos partes y lo que significaban los cristalitos y por qué me los entregaron. A medida que lo contaba, me daba cuenta de que sabía lo mínimo que podría saber alguien implicado en tal fenómeno. En los momentos de reflexión en los que tanto Pho como yo nos manteníamos en silencio, pensaba en las posibles respuestas a mis preguntas y a las que seguramente tendría ella cuando finalizara la historia.
Y efectivamente, Phoebe llegó al corazón del asunto.
-Todo esto es increíble, Kim…-Suspiró confundida.-… es que es tan difícil de creer si no fuera porque lo haya visto con mis propios ojos.- Durante toda la conversación, no se atrevió a tocar los cristales, lo noté, pero sin embargo no le invité a hacerlo.- Una última pregunta, ¿qué hacen aquí?-Sonreí eufórica por el hecho de compartir mis inquietudes con alguien que fuera mortal.
-Una buena pregunta para que nos las respondan.
-¿Está muy lejos el campo?-Debía de reconocer que aquella pregunta me impresionó bastante.
-A una hora de aquí.
-Puede que sea una locura…-Masculló.-… pero yo sé conducir, aunque no tenga carné…-Cavilé unos segundos.
-¿Quién eres tú y qué has hecho con mi Phoebe?-Ella sonrió por primera vez aquella noche.
-Ciertamente es una locura…
-Desde luego, pero mañana no lo será.
Domingo por la mañana.
Las gotitas golpeteaban la ventana con furia. Era el peor día para llevar a cabo nuestros planes aventureros. Miramos la ventana mientras desayunábamos en mi cuarto –por cortesía de mamá- y pensábamos en cómo llegar al campo.
-No hay nadie que tenga coche y que pueda enterarse sin riesgo de lo que está ocurriendo.-Dejó caer su barbilla bruscamente en la palma de su mano mientras suspiraba.
-Bueno, Cheba tiene y podríamos decirle que se quedara en el coche…
-¿Hasta que nos vayamos?- Recapacité unos segundos y negué rotundamente con el rostro. Sorbí una buena cantidad de café.- En autobús es imposible, ¿no?
-Ajá…
-Quizás mi padre nos lleve con la escusa de quedarnos todo el día y…
-Mañana tenemos clase, que no se te olvide.- Mi corazoncito se encogió mientras mi estómago se retorcía.
-No me lo recuerdes…- Con lo bien que se estaba en casa cómodamente y refugiada del frío.
-Tendremos que decírselo a alguien.
-Pho, es un secreto que debería de saberlo yo nada más.
-Entonces nos estamos complicando, ¿por qué no esperamos a ver a Nathaniel en clase?-La miré.
-Porque lo más posible es que ninguno de ellos aparezca por el instituto nunca más.- Arrugó el entrecejo.
-¿Por qué?
-Piensa, ¿volverías a compartir clase con aquellos quienes casi te destruyen? De todas maneras supongo que ni Zack ni su bando vuelvan tampoco…
-Eso sí que no lo entiendo.
-Lo más posible es que Erika y Nefertary le hayan comentado a Zack que nosotras estábamos en el lugar de los hechos y por lo tanto, sería peligroso volver a encontrarnos.-Colocó su brazo alrededor de mi espalda.
-No creo que Zack te deje así como así.-La miré con un nudo en el estómago –no era por el colegio… que quede claro- hasta que mi cerebro se accionó y relacionó hechos.- ¿Qué?- Sonreí triunfante aunque con miedo.
-Es una locura como ir por la noche a escondidas al campo sin carnet de conducir, pero es nuestra única opción para llegar hasta ellos.
-Vaya casa…-Murmuró Phoebe con los labios completamente separados. Incluso yo estaba impresionada.
La casa, situada a las afueras, –gracias al autobús pudimos llegar sin tener que explicarle a mis padres nuestros planes- era especialmente sublime. La puerta parecía recién barnizada de un color pardo brillante, de cristales completamente opacos y limpios, sin ningún rastro de manchas benignas. A la izquierda, se situaba otra puerta-vidriera bordeados finamente en un aparente plástico blanco cuya extensión formaba un perfecto triángulo adicional encima de la puerta-vidriera.
El tejado de estoras azabache, poseía unas ondulaciones perfectamente cuadriculadas de picos altos y de grandes ventanales. A demás, la pared estaba pintada con una suave capa beis.
Ambas nos miramos y tragamos saliva.
-Kim… me da vergüenza, seguro que no hay otra posibilidad.-Suspiré con el corazón fuertemente apretado y mi estómago repleto de mis viejas amigas las mariposas –los cuales de tantas emociones, debían de estar enredados entre sí-.
-Confía en mí, no es tan malo, enserio.-Me acerqué a la puerta y pulsé el timbré suavemente. No escuchamos nada. La miré y ambas nos encogimos de hombros.
-Debe estar roto el timbre.-Cavilé mientras lo pulsaba repetidas veces intentando percibir el sonido.- ¡No suena…!- Entonces se abrió la puerta.
-¡Kimberley Hilthom!- Vociferó Bratt.-Qué agradable sorpresa.
-Creía que no funcionaba el timbre.-Me ruboricé. Era un extraño fenómeno pero mi voz se volvía más infantil cuando se trataba de ser cortés con alguien desconocido.
-No pasa nada, ¿supongo que vienes a por Zack, no?-Asentí imitando la sonrisa dicharachera de Bratt McNemfield.- Está en el club… ¿sabes dónde es?
-Lo supongo.- Susurré mientras maldecía por dentro a Zack.
-Hemos perdido más de dos horas, Kim y hoy quisiera acostarme temprano.-Se quejó Phoebe al bajar del autobús.
-Qué quieres que le haga.
-Lo peor es que ahora sí que no pienso entrar. No pienso encontrarme con esos malnacidos.-Me giré nerviosa.
-¡Pues me esperas a bajo y punto!- Puso los ojos en blanco y caminamos hacia aquel restaurante donde una noche cené con él.
Subí las escaleras. A medida que apoyaba mis pies en un peldaño, la música sonaba más fuerte. Una música bastante ruidosa… pero ¿qué iba a esperar de un novio enviado por el mismísimo demonio? Me alteré cuando intenté girar el picaporte… pero estaba cerrado con llave. Me lamenté por tener que llamar la atención de esa manera, golpeando con fuerza la puerta. Me abriría Eríka o Nefertary, me gritarían y me cerrarían la puerta en mis narices. Seguramente Zack no me quería escuchar después de mi numerito de la pulsera. Me lo tenía bien merecido. Escondí con la manga del jersey la pulsera y llamé a la puerta una vez. Apartando todas mis sospechas, Amon fue el que me recibió.
-Kimberley, hola.-Alzó la mano.- ¿No vienes con tu primita?-No pude evitar sonreír. Amon me parecía un ángel, no un demonio.
-Hoy por la noche vuelve, se quedó en Londres con sus padres.
-Al menos podré visitarla.-Ambos reímos.- Bueno, no te entretengo más, vienes a por Zack, ¿no?- Asentí. Mi sonrisa se esfumó cuando me dijo las palabras mágicas.-Pasa.- Tuve que asentir y morderme el labio, ¿qué por qué? Porque no fui capaz de decirle que no, simplemente no lo pensé y punto. Entré intentando no hacer ningún ruido –cosa absurda cuando el volumen de la música era más fuerte que los posibles taconeos de mis botas planas- Observé cómo alrededor de la chimenea, estaban sentados, Todos. Tragué saliva cuando Amon le comunicó mi llegada a Zack. Éste volvió su rostro hacia mí… al igual que todos. Eríka y Nefertary no pudieron evitar lanzarme una mirada homicida. Supongo que Zack no tuvo más remedio que acercarse a mí. Pero bajo mi sorpresa se presentó muy cariñoso pues en vez de susurrarme un “hola” sexi, me besó sin ningún reparo. No me dio tiempo ni a respirar, me cogió por sorpresa.
-No te esperaba aquí.-Susurró bajo la atenta mirada de sus compañeros.
-Ya…-No me salían las palabras. Pestañeé fuertemente cuando el cantante vociferó un grito. Él sonrió y me llevó fuera. Cuando me dispuse a hablarle de los planes que teníamos entre manos Phoebe y yo –por supuesto no todo- me volvió a sobresaltar cuando agarró mi rostro con sus manos y me besó. No podía negárselo. Tras unos segundos reaccioné y me aparté lentamente.- Zack… necesito que me hagas un favor.- No apartó la mirada de mis ojos que pestañeaban nerviosos.
-Dime.
-Tú tienes coche, ¿no?
-Si…
-Y tienes carnet.
-Pues claro.-Frunció el ceño. Lo estaba estropeando.
-¿Estás en condiciones de conducir?
-Kimberley ve al grano. De nada sirve hacerme preguntas tontas.-Le sonreí nerviosa.
-Necesito que nos lleves a Phoebe y a mí al campo de Nathaniel.- Estaba claro que le sentó horriblemente mal. Arrugó los labios y por primera vez, apartó su mirada.
-¿Es una broma, no?
-Zack…
-¿Es que acaso no comprendes la diferencia entre ángeles y… bueno entre Nathaniel y yo?
-Ya pero…
-No pienso dejarte a solas con ese imbécil.
-¡Pero después de lo que pasó ayer…!-Volvió su mirada rápidamente. Estaba claro que no sabía nada.
-¿Qué… pasó?- Miré hacia el suelo culpable.- ¿Kim…?-Se acercó a mí con una expresión nunca vista en él: de preocupación.- ¿Qué te hicieron?
-Oh, no. A mi nada.-Le sonreí para calmarlo… pero ni por esas dejó de mirarme.- Están muy mal heridos, Zack.- No le pareció importar.- Phoebe lo sabe, lo sabe todo, y quiere ver a Ángelo.
-¿Por qué debería hacerlo?
-¡Zack!
-No sé por qué acudes a mí, sabiendo mi respuesta.- Instintivamente sujeté su mano con la mía y las entrelacé.
-¿Seguro que no lo sabes?- Con la otra mano le acaricié la mejilla y me acerqué a su rostro, intentando utilizar mis dotes femeninas.- Claro que sé tú respuesta.-Susurré sin dejar de mirarle. Ahora era él quién se puso nervioso, y eso me gustaba.- Si lo haces, te estaré eternamente agradecida y por supuesto, lo intercambiaré por cualquier cosa.- Ante mi sorpresa, sonrió de tal manera que me ruborizó.
-¿Cualquiera?- Desde luego su presencia enloquecía a cualquiera y si a eso le añadíamos aquella sonrisa picarona… ahora me tocó el turno de ponerme nerviosa e intentar no aparentarlo.
-Cualquiera.
Phoebe estaba sentada en la sala del restaurante donde esperaban mesa. Escuché como el agua taconeaba en las ventanas. Cuando ella me atisbó, se levantó rápidamente y se acercó a mí sin inmutarse con la presencia de Zack.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Conduciré lo más rápido que pueda.- Contestó en mi nombre.
Cuando estábamos dispuestas a salir, nos percatamos de nuestra carencia.
-No tenemos paraguas.-Miré a Zack quién, ante mi preocupación, cogió del paragüero dos al azar y nos lo entregó. Phoebe lo aceptó por vergüenza mientras miraba a su alrededor por si alguien les llamaba la atención.
Llegamos a pesar de la lluvia a la puerta principal del campo. Allí paró.
-Fin del trayecto.-Hubo unos segundos de silencio el cual rompió Phoebe abriendo la puerta del coche y bajándose muy rápidamente con el paraguas en mano. Presioné el botón del cinturón.- Te espero.-Susurró.
-No, Zack…
-No pienso dejarte sola con esos… esperaré lo que haga falta.-Asentí agradecida y salí del coche.
-Es rápido.-Comentó a regañadientes Pho. Apoyé mi rodilla a pesar del charco y le obligué a saltar el muro. Negó al principio, pero después se convenció y trepó con mi ayuda. Una vez arriba, sujetó mis brazos y me alzó hasta llevarme junto a ella.
Las grisáceas nubes apagadas cubrían el poco sol que conseguía reflejar un arco iris en pequeños charquitos a los laterales del camino de albero. Sentía que a pesar del paraguas y de las botas, mis pies estaban congelados a medida que pisaba charco tras charco. Y cómo no, como cada invierno, mi nariz blanquecina adquiría un color rosado, pareciendo adquirir vida propia.
-¿Dónde los encontraremos Kim?-Aferré el paraguas con mis manos en un desesperado intento por recobrar la temperatura cálida que tenía al entrar en casa.
-En una cascada, siguiendo el camino.-Señalé a lo lejos el sendero por el que Nat y yo nos encontramos a un potrillo. Sonreí al recordar viejos tiempos –no muy viejos- Mi cuerpo se tambaleaba a causa de los innumerables baches. Parecía una joven ebria si encima le añadíamos el curioso caso de los charcos colocados en medio del camino o en el único sitio por donde tenías la oportunidad de pisar tierra llana. Esos movimientos tan bruscos, provocaban que el paraguas se desviara de la trayectoria de mi cuerpo por lo que innumerables goterones –y no gotas- intentaban traspasar la ropa. Uno de ellos lo consiguió llegando a ser un “Guiness Record” como la gota más grande y fría del mundo. Casualmente, se deslizó suavemente por mi espalda, por la parte más sensible y friolera de mi anatomía. Lo maldecía entre dientes cuando Phoebe captó mi atención.
-Kim, eh Kim…-Susurró. Giré torpemente hacia donde estaba Pho.-Sale humo de la casa.-Miré hacia la chimenea la cual emitía un grisáceo polvo que se desvanecía con el aire. Alcancé a Phoebe quién estaba a pocos metros de la casa.
-La chimenea debe de estar encendida.-Caminé hasta la puerta de madera que daba al pequeño patio donde comíamos.
-¿No es más fácil un radiador?- Alcé el brazo intentando acallar a Phoebe… por si a caso. Solo con rozar la puerta, se abrió suavemente.
-Qué raro, con lo difícil que era abrirla…- Ambas entramos intentando no provocar cualquier eco que advirtiera nuestra presencia. Aceleré el paso e intenté oír cualquier indicio a través de la puerta de la casa.
-¿Oyes algo, Kim?-Esperé unos cuantos segundos más hasta negar con la cabeza.
-Nada…
-De todas maneras llamemos.-Alzó su puño y antes de que dijera nada, golpeó fuertemente en la puerta tres veces. Esperamos. Nos miramos. Phoebe se dispuso a llamar de nuevo sin embargo, le agarré la mano y susurré un “no”. De repente, se abrió la puerta asomándose el chico de ojos marrones y pelo rubio y de aspecto más joven.
-¿Qué…?-Pudo decir Gabriel antes de verme obligada a empujar la puerta. Él se apartó unos centímetros y nosotras entramos a la fuerza.- ¿Qué estáis haciendo aquí?-Susurró.
-¿Quién es?-Grito Ángelo desde el piso de arriba.
-Emm…
-¡Ángelo!-Vociferó Phoebe acercándose a la escalera. Éste bajó unos cuantos peldaños y abrió sus ojos.
-Pho… Phoebe…-Su cara era un poema. Estaba totalmente estupefacto.
-¿Cómo te encuentras?- Ángelo miró hacia atrás sin saber que decir o hacer, nervioso por la presencia de Phoebe.
-¿Y Nathaniel?-Pregunté aún consciente de estropear tal momento.
-Arriba.-Respondió fríamente Gabriel. Éste se cruzó de brazos adoptando una postura desafiante. Lo miré unos segundos y subí las escaleras. Ángelo se apartó unos centímetros provocando un choque frío entre nuestros hombros. Una vez en el piso de arriba, observé cada una de las puertas intentando descifrar cual era la correcta. Me decanté por la habitación donde dormían sus padres.
Todos se sorprendieron al reconocer mis cabellos rojizos-berenjenas. Allí estaban Celeste, Perséfore y Nathaniel… que fue el único que me sonrió – ¡y qué sonrisa!-
Me adentré en la habitación cuando Phoebe llegó hasta mí delante de Ángelo y Gabriel. Me acerqué a Nathaniel dispuesta a mostrarle mi lado más agradecido dentro de un ambiente tan hostil.
-¿Qué hacéis aquí?-Murmuró Nathaniel mientras nos contemplaba atónito.
-Ha obtener respuestas.-Sentenció Phoebe con firmeza.
-¿Porqué no se lo preguntáis a los cornudos, eh?- Ironizó la joven de ojos dorados.
-Si te refieres a Zack, preferimos vuestro punto de vista.-Arrugué los labios al terminar devolviendo aquella mirada acusadora a Perséfore.
-No tenemos tiempo para preguntas…
-Bueno si es una no creo que nos haga ningún daño.-Sonrió Ángelo mientras empujaba suavemente en la espalda a Gabriel.
-Que sea rápida, no somos un oráculo.- Perséfore ni se molestaba en mirarme a pesar de estar justo enfrente de su mirada.
-La pregunta es corta, la respuesta depende de vosotros.-Añadió Phoebe.-Solo queríamos saber… ¿Qué… por qué estáis aquí si sois lo que sois?- El silencio perduró unos segundos en la habitación. Ninguno de ellos se dignaba a responderla o simplemente no sabían cómo hacerlo. Phoebe y yo nos miramos de reojo intentando averiguar lo que posiblemente estábamos pensando. Por mi parte estaba eufórica pues el hecho de que no se atrevieran a contestarla, decía bastante de su respuesta.
-Es una historia muy larga.-Masculló Perséfore.
-Si empezáis ahora no lo será.- Crucé mis brazos.
-Las señoritas tienen una duda por cortesía tenemos que disipársela.- Bufó Ángelo mirando a Phoebe quien se lo agradeció con una sonrisa.-Gabriel empezará.-Éste abrió los ojos de par en par.
-¿Yo...?
-Las señoritas esperan.
-Está bien…-Asintió a regañadientes.- ¿Y cómo empiezo?
-Yo lo empezaré Gabriel.-Todos miramos a Nathaniel.- No sé si habéis oído hablar sobre la epidemia de la peste negra, es el caso más actual…-Ambas asentimos.-…Desde que el mundo abrió sus ojos los demonios y nosotros, los ángeles, vivimos en discordia. Ésta discrepancia ha dado lugar a alguna que otra discusión… pero a nuestro modo. El procedimiento es sencillo, un juego. Los demonios nos retan de tal forma que debemos entrar en su juego. La peste negra fue una catástrofe para la humanidad y para nosotros. Las normas eran claras, un número alto de personas enfermaban a causa de las artimañas de los ángeles negros y nosotros debíamos salvarlos. La balanza debía ser favorable a nosotros pero una vez que curábamos a uno, su hermano caía. No teníamos suficientes manos para atender a todas las súplicas de los enfermos y los demonios no paraban de maldecir a todo ser sano. La consecuencia fue una terrible desgracia que aferró a millones de personas independientemente de su clase social.
-¿Pero eso fue en el Medievo, no?
-Claro Phoebe.
-¿Estás intentando decir que la peste vuelve a surgir en nuestro tiempo?-Él me miró algo abatido.
-A tal locura no volvemos a llegar.-Enfatizó Celeste ante mi pregunta.
-Ahora es una nueva estrategia. Debemos encontrar a once personas sanas y salvarlas de la marca que llevan inscritas en su piel.
-Tres lunares pequeños y casi inapreciables con forma de círculo.-Añadió Ángelo.
-Cada bando hemos encontrado cinco. El último… a la última la pudimos intervenir antes de que la encontraran. Aunque esta vez la pobre niña estaba al borde de la muerte.- Como algo mecánico, la imagen de aquella niña de rostro alegre y cabellos rubios que había despertado tras largo tiempo en coma acudió a mi mente.
-¿Aquella que despertó del coma?-Asintieron orgullosos.- Es increíble…
-Pero eran once y habéis encontrado entre todos diez.
-Efectivamente nos falta uno.
-O una Gabriel.-Farfulló Perséfore.
-¿Y tenéis idea de donde puede estar?
-Claro que no, si la tuviéramos dejaríamos de buscar en otras partes del mundo.
-Es como encontrar una aguja en un pajar, ¿Cómo sabéis si no os habéis cruzado alguna vez con aquella marca?-Preguntó incrédula Phoebe.
-Supuestamente ahí es donde tiene la gracia del juego.-Los ojos de Ángelo se entristecieron.
-¿Y qué pasará después?-Me observaron lentamente.
-¿Después de qué?
-De encontrar a la última.-Miré a Nathaniel como si él fuera el único en esta sala.
-Desapareceríamos.
-Sin rastro.
-Como si no hubiésemos existido.-Concluyó Ángelo tras la intervención de los otros dos varones.
Ambas salimos de la casa bastante afligidas. Llegar a pensar que podrían desaparecer de nuestras vidas… En mi caso era mucho más doloroso. Nathaniel y Zack eran los únicos que me hacían realmente feliz y si llegaran a desaparecer todo sería igual de triste y aburrido como antaño. ¿Por qué me tuve que enamorar de los dos únicos chicos en el mundo que desaparecerían pronto? Quizás me llegue a casar con Zachary en el más lejano de los casos aunque él no era de esos que se casaban pero… ¿y si en plena boda desaparece, y si en la noche de bodas no quedara rastro de él…?
-Tener que llamar a eso juego es algo realmente sádico.-Phoebe fue la primera en opinar.
-Desde luego.-Solo pude decir eso. Estaba atrapada en un bucle de posibilidades en el que todo se reducía a lo mismo, yo me quedaría sola.
Nos paramos frente al muro que nos separaba del coche de Zack. Por alguna razón no quería verle, quizás por el miedo a que me encontrara el coche vacío, quizás por el temor a no acordarme de él…
-Todo esto debe de ser un secreto.
-Más que un secreto Pho, esto debe de martirizarnos solo a nosotras.-Chaqueó con la lengua.
-A mí también me disgusta la idea de no volver a ver a Ángelo.
-¿Volver a verle? ¡Lo peor es que nuestra mente no los recordará!-No pude evitar un sollozo entre mis palabras. Ella me miró intentado no dejar caer una lagrimilla. Finalmente nos abrazamos.
-Quiero a Ángelo Kim, no sabes cuánto le quiero a pesar de conocerle menos de lo que me bastó para que floreciera ese sentimiento por Dino.-La abracé aún más fuerte.-Kim, prométeme que no me dejarás nunca, que siempre estaremos juntas.- Sentí como algo nació en mí, como un calor leve y agradable dentro de mi estómago. De pronto supe que ella era la amiga que tanto deseaba de pequeña, aquella amiga que siempre se preocupó por mí, en la que podía confiar sin tener que medir mis palabras.
-Pase lo que pase no me soltaré de tu mano nunca.
Llegó el momento de salir del coche de Zack. Lo aparcó elegantemente como acostumbraba a hacer en el aparcamiento. No sería exagerado si dijera que durante la media hora que dura –con Zack al volante- el trayecto me dediqué a mirar a través de la ventana, silenciosa. Notaba como de vez en cuando Zack me miraba de reojo y como su rostro mostraba preocupación. La verdad es que yo también fui bastante melodramática en mi papel como víctima a pesar de que el hecho de saber que en cualquier momento desaparecería fuera para mí como ser consciente del día y hora de mi propia muerte.
Sin embargo no abrí la puerta. Miré su rostro serio y cabizbajo. Suponía que solo unos minutos más no haría daño a mis padres.
-¿Volveré a verte?-Alzó la mirada y separó sus labios.
-Siempre que tú quieras.
-¿Entonces no volverás al instituto?-Negó con la cabeza. Sonreí intentando agradar el ambiente.- ¿Cómo convenciste a tus padres?-Sonrió intranquilo hasta que me obligó a decirle mis temores.- ¿Porqué no me dijiste que ibas a desaparecer?-De esta manera y sin poder decirlo de otra forma, se tensó de nuevo el ambiente.
-Si no te lo hubieran dicho no te darías cuenta.-Arrugó el entrecejo disgustado.-No te causaría el dolor que sientes ahora.
-¿Porqué no hacéis un pacto, por qué no dejáis que el tiempo transcurra y vivís como unas personas normales?
-Porque yo no soy una persona normal Kimberley, soy un ángel negro, un demonio, un ángel caído…-Agaché el rostro y me encogí aterrorizada por lo que podía pasar. De improviso un rayito de esperanza iluminó mi corazón. Todas las mariposas acariciaban mi estómago intentando animarme y mis labios no pudieron evitar una sonrisa. Zack, por otro lado, alzó una ceja intentando descifrar aquella sonrisa.
-Quizás aún no te hayas ido cuando seamos unos viejos amargados.-Él sonrió con ese brillo radiante en sus ojos.- O cuando seamos recién casados.-Bufé.
-¿Recién casados?- Lo abracé esquivando el freno de mano y el cambio de marchas a pesar de lo confundido que estaba en estos momentos Zack ya que había cambiado de parecer en tan solo unos segundos. Me senté de nuevo en el asiento del copiloto emocionada con la idea de poder envejecer juntos.
-Espero que no te tenga que avisar para que vengas a visitarme.-Reí. Abrí la puerta lentamente y me bajé del coche.
-¡Kim!- Alzó la voz desde el interior del coche.-No he olvidado la promesa, aún me debes una.
-Fin Libro 2: Vida-